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CAPÍTULO V: LAS FABES
VIAJE A LA COSTA ASTURIANA Y PICOS DE EUROPA. DEL 19 AL 22 DE AGOSTO DE 1994


Asistentes: Paco, Elena y Ana; Michel, Mariví y Carlos; Ángel, Cristina y Rita. TOTAL ...... 9
Alojamiento.

Camping "Las Hortensias" en la playa de La Franca.

PLAN DEL VIAJE.

Con motivo de que Juan-Pablo y Angela están de campamento en Poo de Llanes la 2ª quincena de Agosto, hemos decidido ir a verles un fin de semana en tienda de campaña, y ya de paso hacer un recorrido por la costa Asturiana ó Picos de Europa.

Quedamos con Michel la noche del viernes 19 de Agosto en el camping "Las Hortensias", situado en la playa de La Franca.

El sábado 20, después de ver a los chicos nos daremos una vuelta por la costa asturiana; el domingo 21 haremos una excursión a los Picos de Europa, zona de Fuente De, para subir en el teleférico; el lunes 22 después de despedirnos de los chicos, iremos a comer por la zona de Covadonga y viaje de regreso a casa.

LUGARES VISITADOS.

Pimiango y Cueva del Pindal.

Población de la provincia de Asturias perteneciente al municipio de Ribadedeva. Entre su Patrimonio Artístico destaca la Cueva del Pindal, de grandes dimensiones, donde se hallan la mayor parte de los grabados y pinturas con que se decoran algunas de las paredes de la cueva. Veintiocho figuras de animales, entre los que se encuentran un pez y un elefante, representación ésta casi única en el arte prehistórico español. La otras figuras corresponden a cérvidos, bisontes, caballos, etc. Las técnicas empleadas son el grabado y la pintura, y ésta y el grabado juntos. Aparte de estas figuras, están decorados con manchas rojas verticales los colgantes de piedra que hay en una visera situada sobre el muro decorado y que parece ejercer una función escenográfica, a modo de marco o embocadura de telón, recortando la parte alta del parietal. Más al fondo de la cueva y a la izquierda, hay un grupo de ciervos pintados en negro y, más al fondo aún, dos representaciones abstractas también en pintura negra, de imposible interpretación. Como a unos cincuenta metros del ingreso y a mano izquierda hay pintada en rojo una cabeza de caballo. El período de realización de estas pinturas es, en gran parte el solutrense. Otras hay del magdaleniense y los signos abstractos posiblemente son encasillables en el azilense.

Vidiago.

F - 1 : A las puertas de la Cueva del Pindal, en Pimiango.

Zona de la costa asturiana entre Llanes y La Franca, caracterizada por sus acantilados y bufones o simas, por donde el aire a presión sale de las formaciones carsticas con un rumor que semeja un bufido; si el oleaje bate con fuerza el acantilado aparecen espectaculares surtidores de agua; los "bufones" son característicos de toda la costa llanisca.

Desfiladero de La Hermida.

Para llegar hasta la Liébana desde la costa occidental de Cantabria, es el curso del río Deva el que indica el camino a seguir, obligando desde Unquera, al paso por una fosa estrecha cuyas rocosas paredes se elevan por encima del río hasta alturas de 300 y 400 mts. Se trata del Desfiladero de La Hermida, una angosta garganta de la que Benito Pérez Galdós escribió: «llaman a esto garganta, debiera llamársele el esófago de La Hermida, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra». Son veinte kilómetros de desafiante paisaje calizo.

La Franca. (ver Cap. II).
Llanes (Celorio y Poo de Llanes), Ribadesella. (Ver Cap. III)
Covadonga (Ver Cap. II).
Desfiladero de Los Beyos.

Impresionante desfiladero calizo de abruptas paredes, horadado por el río Sella, donde apenas se mantienen minúsculas aldeas; situado entre el Concejo de Ponga, en Asturias y Sajambre en León, en esta zona se da el famoso queso artesanal de Los Beyos, elaborado con leche de vaca o de cabra.

EXPERIENCIAS DEL VIAJE:

Viernes, 19 de Agosto de 1994:

Salimos de Segovia sobre las 3,15 de la tarde, Paco con Elena y Ana en su coche y yo con Cristina y Rita en el nuestro; Michel no se a que hora saldría, pero lo cierto es que habíamos quedado en vernos en el camping, que ya le expliqué donde estaba.

Llegamos al camping sobre las 8 y media de la tarde, aun de día, y enseguida hicimos los trámites para que nos asignaran parcela, montaje de tiendas, etc. Paco y yo nos instalamos en una de las tiendas y las cuatro chicas en la otra. Igualmente instalamos la mesa de campo con las sillas y el camping gas, para calentar la leche por la noche y al desayuno, inflamos los colchones y preparamos las camas con nuestras sábanas y almohadas correspondientes; como Paco y yo teníamos una tienda para los dos solos, dormiríamos en un colchón de matrimonio cada uno.

Después de asearnos y comer algo nos bajamos a la playa, donde había una fiesta con orquesta y luces de colores, e incluso fuegos artificiales, por cierto bastante animada con la gente del camping y del Hotel "Mirador de La Franca", que está allí mismo. Las chicas se montaban su tertulia aparte, mientras Paco y yo, después de colocar los tenderetes para las toallas de la ducha y poner un poco de orden en las tiendas de campaña, nos dimos una vuelta por la terraza del bar de la playa tomando unas cervezas. Como ya era bastante tarde pensamos que Michel con Mariví y Carlos no había venido o se había equivocado de sitio, porque lo cierto es que esa noche no apareció por allí.

Antes de que acabase la fiesta, como estábamos bastante cansados del viaje, decidimos irnos a la cama. No obstante, en la tienda de las chicas se oían los cuchicheos, por lo que no se a que hora se dormirían.

F - 2 : Desayunando en el camping "Las Hortensias". Playa de La Franca.
Sábado, 20 de Agosto de 1994:

Paco y yo nos levantamos sobre las 8,30 ó 9 de la mañana y dimos un toque a las chicas, que se estaban haciendo las remolonas. Después de quitarnos las legañas, preparamos la mesa y las sillas para el desayuno, montamos el camping gas y nos pusimos a calentar la leche; ya parece que se oía murmullo en la tienda de las chicas, pero resulta que Ana dormía al lado de la puerta y estaba perezosa, por lo que no dejaba salir a las demás. Por fin parece que abren la cremallera, mientras nosotros desayunábamos, y había que verlas salir, parece que no podían estirarse, con una holganza en el cuerpo como para llegar y sentarse en las sillas y esperar a que las sirviésemos. Con este panorama, dice Paco que él tenía comprobado que no hacían nada porque no sabían lo que tenían que hacer y por tanto, lo que debíamos hacer nosotros era ponerlas tareas; efectivamente así lo hicimos. Las dijimos donde estaban las madalenas, que cuando estuviese la leche se sirviesen ellas mismas el desayuno, que después había que ir a fregar las tazas (las indicamos donde estaba el fregadero) y después había que sacar los sacos de la tienda para que se ventilase un poco, etc. etc.

A todo esto, fuimos a los coches a llevar o traer algo y vimos una nota de Michel en el parabrisas, que nos indicaba que estaban acampados en el camping de al lado, a unos 100 m. del nuestro, por lo que mientras las chicas remataban las tareas que les habíamos puesto nos fuimos hasta el camping y efectivamente allí les encontramos. Comentamos un poco las incidencias del viaje, hicimos el plan para ese día y nos volvimos al camping para ver que tal iban las chicas y ponernos en marcha.

Aunque el día estaba un poco nuboso, habíamos decidido dar una vuelta por la costa, por lo que cogimos la carretera general en dirección a Santander y a 3 ó 4 Km. una desviación hacia Pimiango y la Cueva del Pindal, de la que habíamos leído en algún sitio que había pinturas rupestres. Una vez en Pimiango, había un mirador situado en un alto a unos 200 m. de la costa, denominado el "Mirador del Picu"; nos subimos allí, porque se contemplaba un amplio panorama de la costa asturiana, con sus acantilados, zonas de arbolado, praderas etc., así como de la sierra de Cuera. Estuvimos un buen rato y nos pusimos en camino hacia la cueva siguiendo los indicadores que había por allí. Desde donde dejamos los coches hasta la cueva había que bajar por unas cuestas empinadas, junto a unos acantilados, por lo que algunas estaban dudando si bajar o no; por fin bajamos todos, parando junto a los acantilados para sacar unas fotos etc.

En la puerta de la Cueva del Pindal, situada en un paraje de singular belleza, con grabados y pinturas rupestres del Magdaleniense (13000 a 11000 años antes de Cristo), había una señorita que, previo pago de la cuota correspondiente y juntando un grupo de unos 15, nos la enseñaba y explicaba; entramos en la cueva, con bastante penumbra, porque decía que la luz perjudicaba las pinturas y lo que si es cierto es que había una temperatura uniforme y se notaba una sensación de frío, posiblemente por la humedad reinante. Cuando enfocaba con una iluminación especial las pinturas parece que se apreciaban ciertas figuras, pero estos temas son para los entendidos en arte; enseguida apagaba las luces de una zona y con una linterna avanzábamos por la cueva hasta que llegamos al límite permitido para los visitantes; al parecer la cueva continuaba pero no estaba acondicionada para ser visitada por turistas.

Salimos de la cueva y bajamos por el acantilado que estaba junto a la entrada, donde rompían las olas; es la zona denominada "Ensenada de Moizal", donde nos hicimos unas fotos y volvimos a subir hasta donde teníamos aparcados los coches.

Volvimos a coger la carretera general, esta vez en dirección a Gijón, para ir hasta Poo de Llanes, donde estaba el campamento de Angela y Juan-Pablo; estuvimos allí un rato con ellos, fuimos hasta la playa situada en una preciosa cala cerrada por un islote que protege del oleaje y cuando está baja la marea el agua desaparece y se forma una gran explanada de arena fina. Nos tomamos unos chatos en un pequeño chiringuito que había por allí y como los chicos estaba a sus actividades decidimos ir a comer a Celorio, otro pequeño pueblo costero situado unos kilómetros mas allá en dirección a Gijón.

En la playa de Celorio había bastantes coches, por lo que tuvimos nuestras dificultades para aparcar; a continuación nos dirigimos a un restaurante que había en la misma playa y nos sentamos a comer. En la mesa de al lado había unos señores comiéndose unos centollos que a Michel le entraron por el ojo derecho y no hacía mas que decir que antes de marcharse él se comería uno de esos. El servicio no era bueno, porque mientras unos ya habíamos terminado el primer plato a alguna de las chicas aun no la habían servido, por lo que en definitiva tardamos bastante en comer.

Al salir del restaurante, las chicas con Michel Mariví y Carlos decidieron quedarse por la playa, dudando si se bañaban o no, ya que la falta de sol no invitaba mucho a ello; Paco y yo nos fuimos a dar una vuelta por los acantilados, en unos sitios mas bajos y en otros con mas desnivel, hasta que llegamos a la playa donde estaba el camping en que estuvimos Mª Antonia, Cristina y yo el año anterior. El paisaje es precioso, con unos cuantos islotes a 100 metros de la costa y las olas rompiendo en las rocas.

Volvimos a la playa de Celorio y parece que las chicas ya estaban mas animadas para darse un baño; como el agua no estaba fría y en la playa quedaba ya poca gente, no lo pensamos dos veces y todos al agua. La verdad es que se disfruta bastante con el oleaje, en una playa de arena fina en la que avanzas 100 m. y no nos llegaba el agua al cuello; estuvimos un buen rato porque además el agua no estaba fría, lo que pasa es que al salir parece que tarda uno mucho en secarse.

Mientras nos secábamos en un banco fuera de la arena, llamamos por teléfono a casa y a continuación cogimos los coches y nos pusimos en marcha en dirección a La Franca. A mitad de camino nos desviamos de la carretera general en dirección a Vidiago, con objeto de ver un camping que sabíamos que había por allí para futuras ocasiones; cuando llegamos había un letrero que prohibía el acceso a toda persona ajena al camping, por lo que aparcamos y las chicas dijeron que se quedaban en el coche, porque el camino se ponía cuesta arriba y no tenían ganas de andar; nos llevamos un grata sorpresa, porque el camping está situado en un montículo sobre el que se han excavado terrazas o bancales en las que se sitúan las parcelas para montar las tiendas; la parte del montículo que da al mar son acantilados cortados en vertical, de tal forma que solo se puede acceder a la playa por los extremos y dando un buen rodeo; junto al acantilado había un bar con una terraza, pero no hacía demasiado bueno para quedarnos fuera por lo que nos metimos dentro a tomarnos unas cervezas. El camping es bastante grande; ocupa toda la montaña y resultaba espectacular verla sembrada de tiendas de diferentes colores.

Volvimos a los coches y pusimos rumbo a La Franca; Cuando llegamos al camping en La Franca, estábamos deseando de darnos un baño en la playa, aunque eran cerca de la 8 y media de la tarde, por lo que nos pusimos los bañadores y a pelear con las olas. Carlos se fue hasta un espigón que hay a la izquierda de la playa, por donde desemboca el río Cabra, a buscar cangrejos o no se que bichos; las chicas hacían pereza para meterse en al agua; Michel yo creo que solo se metió los pies y para Mariví no eran horas de baño. La verdad es que se queda uno nuevo, con ese oleaje característico de las playas de norte y la temperatura del agua, que en contra de lo que mucha gente cree, no está fría. Después, nos dimos las duchas correspondientes y mientras las chicas se comían unos sandwiches o platos combinados en el chiringuito, Paco y yo nos fuimos hasta el camping de Michel, donde habíamos quedado con ellos para dar una "pinchada", porque tenían queso, chorizo, tomates y hasta un melón. Cuando llegamos, ya tenían puesta la mesa y nos pusimos a cenar; como hacía buena temperatura, entre parrafada y parrafada, comentando las incidencias del día y planeando las actividades del día siguiente, se nos hizo cerca de la 1 de la madrugada. No obstante, nos fuimos hasta Unquera, porque teníamos que sacar dinero en el Cajero Automático y ya de paso aprovechamos para comprar unas "corbatas" que nos habían encargado que trajésemos a Segovia. Volvimos a "Las Hortensias" y al pasar junto a la tienda de las chicas pensamos que estaban dormidas, porque no se oía ni un murmullo, por lo que con el máximo sigilo nos metimos en la cama. Al día siguiente nos enteramos de que las chicas no estaban en la tienda, sino que se habían bajado a la playa a hablar de "sus cosas" y se les habían hecho mas de las dos de la mañana.

Domingo, 21 de Agosto de 1994:

Nos levantamos entre las 8,30 y las 9 de la mañana y nos pusimos a preparar el desayuno; mientras se calentaba la leche íbamos poniendo el tenderete con los sacos de dormir y dando un toque a las chicas para que aligerasen, pero se hacían las remolonas; desayunamos nosotros y ellas seguían durmiendo en la tienda, aunque de vez en cuando se notaba algo de movimiento. Por fin nos decidimos abrir la cremallera de su tienda y Ana, que dormía junto a la puerta nos despachó con un bufido; Rita, Cristina y Elena, que también tenían las legañas pegadas, decían que no salían porque tenían que pasar por encima de Ana, que estaba como un tronco, a pesar de que el colchón lo tenían medio desinflado.

Por fin se ponen en marcha mientras nosotros preparábamos los coches para hacer una excursión hasta Fuente De; nos acercamos a dar un toque a Michel y en torno a las 10 o 10,30 cogemos la carretera general en dirección a Unquera, y desde allí nos desviamos a la derecha en dirección a Panes.

Desde Panes, por el desfiladero de La Hermida, nos dirigimos a Potes, donde cogemos la carretera hasta Fuente De. Un recorrido en torno a 60 Km. que se tarda aproximadamente una hora y media en hacer.

En Fuente De el día se presentaba bueno, ya que lucía el sol, por lo que enseguida nos ponemos a la cola del Teleférico, que como era domingo estaba concurrida. Cuando llegamos arriba, al "Mirador del Cable", hacía mucho viento y nos pusimos en la rejilla de hierro colgada sobre el vacío para hacernos unas fotos; situados allí era curioso ver como engordábamos todos, ya que el viento, que se mete por todos los lados, "inflaba" la ropa; menos mal que a ninguna se le ocurrió ir con faldas.

Cuando estábamos en la cola del teleférico, vimos propaganda del Refugio de Aliva, en pleno corazón de los picos y con restaurante, por lo que decidimos ir hasta allí; por tanto cogimos el camino en dirección a la base de Peña Vieja, un poco cuesta arriba, pero de pendiente muy suave; la belleza del paisaje hacía que parásemos de vez en cuando para dejar constancia gráfica.

Llegamos a un punto en que el camino se bifurca: hacia la izquierda, pegado a la pared de Peña Vieja, se interna en el mar de roca y grava; hacia la derecha, cuesta abajo, nos lleva hasta el Chalet Real y Refugio de Aliva, por lo que tomamos esta segunda opción. En ese punto el viento era mucho mas intenso y un poco en bromas, nos teníamos que sujetar unos con otros para que no nos llevase; sobre todo pensábamos en Mariví, que como es la mas ligera, tenía mas riesgo de "volar".

Iniciamos la cuesta abajo y el viento amainaba, ya que caminábamos protegidos por la mole de Peña Vieja, haciendo una parada a los pies de la "Aguja de Bustamante" para sacar unas fotos; el camino era un poco incómodo por la cantidad de piedras sueltas que había, pero no planteaba ningún problema, porque de vez en cuando teníamos que orillarnos para dejar pasar a los Land-Rover taxi que circulan por la zona. El paisaje es de inmensas moles de roca caliza circundadas por verdes praderas, por las que de vez en cuando discurre algún atajo; con alguna paradita, al cabo de hora y media aproximadamente estábamos en el Refugio de Aliva, que mas que de refugio casi podíamos calificar de Parador Nacional; se trata de un hotel nuevo, muy bien acoplado en el entorno, con varias habitaciones, bar, restaurante y terraza.

Lo primero que hicimos al llegar fue preguntar que si podíamos comer, porque parece que el restaurante estaba vació y nos dijeron que sí, pero que teníamos que esperar aproximadamente un cuarto de hora para que abriesen el restaurante; como eran menos de las dos de la tarde estuvimos un rato dudando, si nos íbamos a dar una vuelta por la zona y después volvíamos a comer, o si comíamos primero y luego nos dábamos el paseo, pero como había bastante gente por los alrededores decidimos comer cuanto antes, por si acaso luego se llenaba y no llegábamos a tiempo. Por tanto, reservamos la mesa, nos tomamos unas cañas, compramos unos libros de los Picos y nos sentamos a comer.

De menú había potaje de garbanzos y estofado de carne, además de la carta correspondiente. Los mayores creo que comimos todos el menú, pero las chicas y Carlos comieron a la carta. En esta ocasión el servicio si que fue rápido y la comida abundante, por lo que nos pusimos morados.

Salimos de comer y se había preparado una cola para coger los Land-Rover taxi que llevaban hasta el Mirador del Cable; con la barriga llena, el personal no estaba dispuesto a subir andando la cuesta del viaje de vuelta, por lo que nos pusimos a la cola para coger el Land-Rover. A todo esto, preguntamos a uno de los conductores que como se podía llegar a ver el Naranjo de Bulnes y nos dijo que desde allí, el camino mas corto era subir hasta el cruce, en dirección al Mirador del Cable y tomar la desviación a la derecha que lleva hasta Horcados Rojos, desde donde se ve perfectamente el Naranjo de Bulnes; ahora bien, había que echar unas dos horas y media de marcha y algo menos para la vuelta.

Paco y yo nos miramos y sin pensarlo demasiado lo comentamos con los demás; nadie parecía dispuesto a ir, por lo que quedamos con ellos en la bajada del teleférico. En esos momentos iba a salir un Land-Rover en el que nos hicieron un par de huecos y nos subió hasta el cruce. Con el estómago lleno y un poco revuelto de los meneos que pega el Land-Rover por esos caminos, iniciamos la caminata en dirección a Horcados Rojos.

Al principio el camino es bastante llano y cómodo, por lo que aligeramos el paso para hacer la digestión; como además hacía calor, enseguida empezamos a sudar; al cabo de unos 20 minutos, el camino se estrecha y se pone un poco mas cuesta arriba, por lo que se hace mas incómodo, pero seguimos la marcha a buen ritmo; continuamos avanzando, la cuesta se empina y los garbanzos dando saltos en el estómago, hasta que llegamos a una zona en la que se veía Cabaña Verónica a la izquierda y arriba del repecho un hombre con un radiocassette, un bidón y un cartel; cuando llegamos a su altura vimos que el bidón lo tenía lleno de nieve, latas y agua y en el cartel ponía el precio de los refrescos que vendía, entre ellos "botellines de agua a 300 ptas.". Recuerdo que le comentamos que un poco caro y nos contestó: ¡¡Ay amigo, pero hay que subirlos hasta aquí!!. La verdad es que tenía razón, por lo que compramos un par de botellines de agua, le preguntamos que cuanto nos quedaba, a lo que nos contestó que unos 10 minutos o cuarto de hora, lo que tardásemos en subir el repecho de grandes rocas que teníamos a la derecha, y continuamos la marcha.

F - 4 : En Horcados Rojos (Picos de Europa). Al fondo, el "Naranjo de Bulnes".>

A pesar de ser Agosto, en algunas oquedades que se forman entre las rocas había nieve, porque prácticamente allí no llega el sol y así, poco a poco, al cabo de 10 minutos mas teníamos a la vista el Naranjo de Bulnes, el mítico "Urriellu". Desde que nos dejó el Land Rover hasta allí habíamos tardado aproximadamente una hora y media, es decir, una hora menos de lo que nos habían vaticinado antes de empezar la marcha.

La vista era espléndida y el viento soplaba con fuerza, por lo que al cabo de 5 minutos de estar allí nos quedábamos fríos; entre nosotros y el Naranjo un enorme cortado en el que se forma el llamado "Hoyo de los Boches", con el neverón del Urriellu en frente, donde se veía como hormigas a una manada de rebecos correteando. Pasaron por allí una pareja de montañeros cargados con sus mochilas y sus tiendas, con intención de hacer noche; se detuvieron un momento y continuaron la marcha. Nosotros estuvimos un poco mas, sacando las correspondientes fotos y como el fuerte viento no hacía la estancia muy agradable y además se nos hacía tarde porque teníamos a los demás esperando en Fuente De, iniciamos el camino de regreso por el mismo sitio por el que habíamos venido.

Según bajábamos nos encontramos a varios grupos de personas subiendo, que de vez en cuando nos preguntaban que cuanto faltaba, etc. y así, sin prisa pero sin pausa, llegamos al Mirador del Cable, donde había bastante "cola" para coger el teleférico de bajada hasta Fuente De. Cuando llegamos abajo, serían sobre las 7 y media de la tarde, vimos al personal aburrido, pero Michel ya les había advertido que nos iban a tener que esperar unas horas.

Sin mas dilación, cogimos los coches y pusimos rumbo a La Franca, ya que teníamos mas de una hora de camino por el desfiladero de la Hermida.

Llegamos al camping, nos atusamos y nos fuimos a cenar a Llanes; antes de cenar dimos una vuelta por el pueblo y compramos los ingredientes necesarios para una fabada en una tienda que estaba abierta; recuerdo que las fabes estaban a 2.975 ptas. el kilo. Por suerte para nosotros, al hacer la cuenta se equivocaron y nos cobraron un kilo de menos.

Las chicas dijeron que se quedaban a cenar por el centro, es una especie de hamburguesería donde también había platos combinados, pero Michel, Mariví, Carlos, Paco y yo estábamos dispuestos a darnos un homenaje, por lo que preguntamos que donde se podía cenar bien; nos orientaron hacia la zona del puerto y allí fuimos, en un restaurante con una terraza que tenía el toldo echado porque habían caído unas gotas. Aparte del picoteo inicial, nos comimos unas rodajas de bonito a la plancha exquisitas, bien regadas con abundante sidra, y como estábamos haciendo "pinitos" en el arte de escanciar se nos caía la mitad.

Terminamos de cenar y regresamos al centro de Llanes, donde habíamos quedado con las chicas. Nos juntamos todos de nuevo y dimos una vuelta por un mercadillo de baratijas que había bajando unas escaleras, junto a un puente, hasta donde llega la marea cuando está muy alta. Hicimos algunas compras de chucherías y como ya era mas de la una de la madrugada y el día había sido "completito", estábamos cansados y regresamos a dormir al camping en La Franca.

Lunes, 22 de Agosto de 1994:

Nos levantamos con menos prisa que otros días, porque la jornada se planteaba de recogida y regreso. Después de desayunar, desmontar las tiendas y cargar los coches, fuimos a decir un último adiós a la playa de La Franca. Las chicas, nostálgicas ellas, llenaron unos botellines de plástico con arena para traérsela a Segovia.

A continuación fuimos hasta el camping de Michel, para ver como planteábamos el regreso. Parece que Paco se inclinaba por volver por Cangas de Onís y el desfiladero de los Beyos, que no conocíamos, pero a Mariví no le hacía mucha gracia, porque en el mapa la carretera estaba dibujada con muchas curvas y no estaba dispuesta a marearse; por otra parte Michel estaba con ganas de comerse un centollo como el que habíamos visto dos días antes en la playa de Celorio y al final Paco y yo decidimos volver por los Beyos y Michel con Mariví y Carlos decidieron seguir por la costa hasta Santander y desde allí volver a Segovia. Una vez en Segovia, Michel nos comentó que habían comido en San Vicente de la Barquera y que efectivamente se comió el centollo. No obstante, fuimos todos juntos hasta Poo de Llanes a despedir a Juan-Pablo y Angela en el campamento.

Desde Poo de Llanes nos fuimos hasta Ribadesella; dimos una vuelta por el pueblo y nos tomamos unas sidras con unas raciones de pulpo en el bar restaurante Casa Tinin. Como era la hora de comer y tenían una terraza, decidimos sentarnos a comer allí; perdimos la carta y Paco y yo decidimos comernos una fabada; a las chicas las había gustado el pulpo y decidieron seguir con las raciones. Pero el camarero nos dijo que fabada no se podía comer en la terraza, sino que teníamos que meternos dentro del restaurante, ya que la terraza era solo para raciones y los platos de la carta solo se podían servir en el interior, porque habían ido inspectores por algunos restaurantes y lo habían denunciado. Nos metimos dentro, pero las chicas parece que estaban mas a gusto fuera y se volvieron a salir a comer en la terraza.

Al final pedimos para comer queso de cabrales de aperitivo, fabes con almejas y fabada, es decir, "una pasada". Después de comer nos fuimos a comprar unas cuantas botellas de sidra para traerlas a Segovia y nos dimos un paseo por la playa de Ribadesella. Cuando decidimos poner rumbo hacia Cangas de Onís, las chicas, como habían oído que la carretera tenía muchas curvas, se estuvieron repartiendo las "Biodraminas", para amodorrarse y no marearse.

F - 5 : En el Santuario de la Virgen de Covadonga (Asturias).

En Cangas de Onís cogimos la carretera en dirección a Covadonga, ya que alguna de las chicas no lo conocía, y nos resultó difícil aparcar; dimos un pequeño paseo para ir haciendo la digestión, pero como se nos estaba haciendo un poco tarde, pusimos rumbo de nuevo hacia Cangas de Onís, para tomar la carretera del Puerto del Pontón y al principio, un poco estrecha, con algunos tramos de obras, pero no demasiadas curvas, pero a medida que iban pasando los kilómetros, la carretera se estrechaba mas, a un lado el río Sella y al otro la pared de roca, ya en pleno desfiladero de los Beyos. Teníamos delante un camión grande, al que yo, con un poco de suerte, conseguí adelantar, pero Paco tuvo que subir todo el puerto detrás del camión, que incluso en algunas curvas se tenía que parar para no rozar en la roca. En una de esas curvas cerradas, que tuvimos que parar porque bajaba otro camión de frente; en los quitamiedos de la carretera junto al coche había varias cabras subidas. Cristina y Rita venían dormidas con las ventanas abiertas y estando parados una de las cabras metió la cabeza por la ventana justo al lado de Cristina; la desperté y se lo dije, porque las cabras seguían allí; hizo los gestos correspondientes y con la modorra de la biodramina al poco rato estaban otra vez dormidas.

Al llegar arriba del puerto del Pontón, viendo que Paco no venía me paré. Al cabo de unos 10 minutos llegó él, cabreado como una mona, porque había tenido que subir todo el rato detrás del camión y metiendo prisa, porque le acababa de adelantar y si nos pasaba de nuevo podíamos tener el mismo problema a la bajada; por tanto enseguida subí al coche y antes de que llegase el camión ya estábamos bajando en dirección a Riaño.

Cuando llegamos a Riaño hicimos una parada junto al pantano y Paco me comentó que entre el camión y las fabes le estaban dando la tarde.

Continuamos ruta hacia León capital y desde 8 ó 10 Km. antes de llegar había bastante tráfico, por lo que la circulación era lenta; entramos en León y ya estaba empezando a anochecer, por lo que hicimos una parada para llamar por teléfono a casa e informar de que llagaríamos tarde. Nos presentamos en Segovia en torno a la 1 de la madrugada.