Muy
temprano me despierta Primi que lleva ya un buen rato levantado.
También ha despertado a Ángel y se disponen a salir. Le digo que me
deje dormir otro poco mientras me doy la vuelta en la cama. Chema y
Paco se levantan remoloneando poco después. Entre sueños escucho
cómo se van marchando poco a poco hasta que ya no queda ninguno.
Continúo durmiendo ahora totalmente tranquilo.
Extensos sembrados
La mañana es espléndida. Ángel
y Primi se han adelantado y han caminado unos seis kilómetros, hasta
Azofra, donde se detienen a desayunar. Saludan a las mujeres
alemanas con las que Chema había entablado conversación la noche
anterior. Poco después continúan a buen ritmo la marcha. Paco y
Chema les siguen a cierta distancia.
Primi adelantando
a un ciclista
Por mi
parte, abandono el hostal a las diez de la mañana junto con el
matrimonio alemán a quienes Ángel había facilitado el teléfono del
hostal el día anterior. Caminamos juntos un buen tramo mientras
con dificultad para entendernos les explico que la noche anterior
habíamos jugado algunas partidas de ajedrez. Poco después, me
despido de ellos y me adelanto poco a poco.
Diana y Miriam
Camino solo durante varios
kilómetros a buen ritmo. Me
detengo en Azofra, sudoroso, con intención de desayunar en una cafetería.
Muchos peregrinos pasan, intermitentes, sin detenerse. Mientras
observo su cansino caminar me fijo en Diana y Miriam que, sentadas
en una terraza de otra cafetería frente a la mía, me hacen señas
para que me acerque. Me explican que Diana no puede continuar
andando debido al estado de sus doloridos pies y que van a descansar
el día completo en aquel pueblo. Diana me pide una de nuestras
tarjetas donde figuran las direcciones de la página web y del correo
electrónico. Sabiendo que no nos volveríamos a ver, nos despedimos
algo entristecidos después de pedir a un peregrino que nos hiciera
un par de fotos con nuestras respectivas cámaras.
Rectas interminables
Poco
después continúo mi camino tras mis amigos a un fuerte ritmo a pesar
del calor. Un numeroso
grupo de peregrinos, muy fragmentado, va quedando rápidamente atrás.
Perece ser que proceden de Canadá y, es seguro, dadas las
dimensiones de sus mochilas, que viajan en autocar. Encuentro a Paco
escondido bajo las hierbas de un verde prado, descansando, y
escribiendo en su libreta. Me fumo un cigarrillo a su lado y
continúo la marcha dejándole pronto atrás. Él quiere ir más
despacio.
Con
Mercedes en Santo Domingo de la Calzada
Mientras tanto Primi y Ángel
han llegado a Cirueña donde se han detenido a tomar un bocadillo. Poco
después aparecerían Chema y tras él, Kashusi, que llegaba ansioso
por pedir una cerveza. Continúan hasta Santo Domingo donde de nuevo
se detienen para sellar las credenciales en el albergue, que ya se
encuentra lleno, y buscar un lugar donde reponer fuerzas.
La
huella
Una
hora después, cuando por fin aparezco, sudoroso y cansado, les
encuentro tomando unos buenos bocadillos con sus cervezas
correspondientes y charlando con algunos de los peregrinos con los
que continuamente vamos coincidiendo: Rodri, Mercedes, Jennifer,
Sofhie, Tyler, la familia de valencia, los de Teruel, algunos
alemanes … todos ellos se quedarían en el albergue de Santo Domingo.
Jennifer, Sophie
y Rodrigo
Mientras descansamos en la
cafetería, Paco, convertido eventualmente en profesional de la
fotografía, hace fotos a todo el mundo sin dejar de tomar
apuntes en su libreta.
Paco con un peregrino
Después de un prolongado
descanso nos proponemos continuar la etapa hasta Grañón. Beni y
el amigo malagueño José Antonio ya se encuentran allí y nos
confirman por teléfono que aunque el albergue de Grañón está lleno
en lo referente a literas sin embargo no hay
problemas en dormir en colchonetas tiradas en el suelo en alguna
sala contigua a la Iglesia o si fuera necesario, en la misma Iglesia
En la Catedral de
Santo Domingo
Intentamos visitar la
Catedral y contemplar la famosa gallina, pero la puerta
está cerrada
y no podemos
entrar. Acto seguido emprendemos despacio los cinco el camino hacia Grañón.
Saliendo de Santo Domingo
Hace calor y caminamos despacio
buscando la sombra de los árboles. Hora y media después entramos en
el Hospital de peregrinos San Juan Bautista de Grañón ubicado
en un anexo a la Iglesia parroquial.
Grañón
A la sala donde
deberíamos poner el sello en nuestras credenciales se accede a
través de una empinada escalera labrada en la piedra. Primi sube con
una tremenda pájara que le hace ponerse blanco y le obliga a
sentarse. Jose Luís, el hospitalero, le ofrece un vaso de agua con
azúcar y pronto se recupera.
Herramientas de trabajo
Nos acoplamos en una amplia sala ocupada
en gran parte por colchonetas colocadas en el suelo. Dejamos las mochilas y tendemos nuestros sacos dejando
todo preparado para la noche.
Colchonetas
Después de una buena ducha salgo
a buscar tabaco y me siento en la terraza de
un bar con una cerveza. Vera, peregrina portuguesa, y su amiga Beatriz, austriaca, charlan con Khan,
el peregrino chino aunque procedente de Brasil que camina con sus padres. Khan,
que no Gengis Khan, según él mismo, nos explica que esta misma mañana
su padre, muy cansado, ha decidido abandonar el Camino y tomar un
avión con destino Brasil. Ahora sólo le acompaña su madre.
El campanario
Poco después aparece Primi que ha estado haciendo la colada con
Ángel y han aprovechado la subida al tendedero para visitar el
campanario y el interior de la Iglesia. Aprovecho a mi vez la
subida de Primi al primer piso del bar por su cerveza para pedirle que me
baje otra así como unas sabrosas aceitunas. Khan, muy amable, nos
ofrece unas exquisitas galletas. Poco después aparecen Chema y Ángel
y se sientan en la terraza con nosotros.
Es curioso observar que del elevado número de
peregrinos que se encuentran en el albergue apenas unos pocos salen a
conocer el pueblo, sus calles y sus habitantes.
La cena comunitaria
A las 19:00 horas, Vera,
Beatriz y Khan se van a la misa de peregrinos mientras nosotros
alargamos el descanso en la terraza. Poco después decidimos
participar en la cena comunitaria de peregrinos que se va a producir
en el albergue a las 20:00 horas, participando con un par de
botellas de vino que Chema se encarga de adquirir
Primi sirviendo platos
Poco antes de la cena Ángel y
Primi conversan con un matrimonio catalán sobre el funcionamiento de los albergues. La señora está interesada en conocer de
primera mano los diferentes aspectos de la vida de los
peregrinos en los albergues pues tiene el propósito de realizar parte
del camino en un futuro próximo.
La cena
La cena
es
agradable y participativa. Primi y Ángel, sentados junto a los
dos hospitaleros, se apuntan como voluntarios para servir las lentejas,
ensaladas y cafés.
Ángel sirviendo
los platos
Durante la cena, Arturo, el
hospitalero, solicita voluntarios para fregar los cacharros una
vez finalizada la cena. Todo el mundo levanta el brazo,
deseosos de echar una mano.
Sisse y Mikel.
al fondo,
Beatriz y Vera
Concluida la cena me
entretengo durante un buen rato como voluntario para fregar
platos en el primer turno junto a Mikel, el austriaco, que se
encarga de secarlos. Después nos sustituirían Paco y Primi
ayudados por otros peregrinos.
Fregando con Mikel
Mientras ellos se dedican a
la tarea de fregar me agencio una guitarra que descansa en
el fondo del salón y acompañado por Primi interpretamos algunas de
canciones.
Chema
Poco después, Arturo nos invita a acompañarle a una capilla donde se va
a celebrar un acto singular y curioso. Sentados en sillones
de madera que rodean una sala cuadrada con la única iluminación de un cirio
encendido en el centro, esperamos a que el Capellán comience el
acto.
Cada peregrino debe pedir en voz alta o en
silencio, su deseo, rezar su oración, efectuar su comentario o
simplemente pasar la vela al siguiente, a voluntad de cada uno,
mientras sostiene el cirio encendido ante el resto de
participantes que escuchan en silencio.
El sonido de los
diferentes idiomas, incomprensibles para el resto de
peregrinos en muchos casos, la escasa luz del cirio encendido, el
profundo silencio, impregnan la sala de un ambiente impresionante,
misterioso y solemne que se eleva al máximo cuando, completado
el turno de los deseos, rezamos levantados el Padre Nuestro todos
juntos en voz alta y cada uno en su idioma.
Paco fregando
Mientras
tanto, todo ha quedado recogido y muchos peregrinos se han retirado
en silencio a sus literas o colchonetas.
Paco con
los hospitaleros, José
Luís y Arturo
José Luís nos comenta que el
albergue permanece abierto toda la noche y que, siempre que no se
haga ruido y no se moleste al resto de peregrinos, puede uno entrar
o salir en cualquier momento.
Después de la cena
Sin soltar la guitarra,
acompañamos a los hospitaleros José Luís y Arturo a tomar
un "elixir" en un bar cercano al albergue mientras cae un pequeño
chaparrón. Nos comentan que pertenecen a la Asociación de
Hospitaleros y que dedican un par de meses al año a atender estos
albergues. En el momento presente se encargan, además del de
Grañón, de otro en Tosantos, pueblo cercano. En ambos llevan a
cabo actividades similares. Tanto el alojamiento como la
cena son gratis aunque aceptan cualquier donativo, comida o bebida,
para los gastos.
Poco después, regresamos al albergue
y con cuidado de no despertar a los peregrinos ya dormidos
nos acostamos a la luz de alguna linterna.
José Luís y
Arturo, los hospitaleros
Muy temprano me levanto al
servicio y encuentro a Vera, la peregrina portuguesa, asomada a una
ventana sin poder salir ala calle. Dice que se ahoga en el
ambiente del albergue y que quiere salir a tomar un poco de aire.
No encuentra
cómo se abre la puerta.
Sin dificultad alguna, pues sólo hay que tirar un poquito de ella,
la abro y salimos del albergue. Ha dejado de llover y la noche
es fresca y agradable. Mientras fumo un cigarrillo
v
emos un precioso amanecer. Poco después
regreso a mi colchoneta y duermo de nuevo
plácidamente.
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