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Jueves, 17 de Mayo de 2007
Etapa 8: DE NÁJERA A GRAÑÓN

Muy temprano me despierta Primi que lleva ya un buen rato levantado. También ha despertado a Ángel y se disponen a salir. Le digo que me deje dormir otro poco mientras me doy la vuelta en la cama. Chema y Paco se levantan remoloneando poco después. Entre sueños escucho cómo se van marchando poco a poco hasta que ya no queda ninguno. Continúo durmiendo ahora totalmente tranquilo.

Extensos sembrados

La mañana es espléndida. Ángel y Primi se han adelantado y han caminado unos seis kilómetros, hasta Azofra, donde se detienen a desayunar. Saludan a las mujeres alemanas con las que Chema había entablado conversación la noche anterior. Poco después continúan a buen ritmo la marcha. Paco y Chema les siguen a cierta distancia.

Primi adelantando a un ciclista

Por mi parte, abandono el hostal a las diez de la mañana junto con el matrimonio alemán a quienes Ángel había facilitado el teléfono del hostal el día anterior. Caminamos juntos un buen tramo mientras con dificultad para entendernos les explico que la noche anterior habíamos jugado algunas partidas de ajedrez. Poco después, me despido de ellos y me adelanto poco a poco. 

Diana y Miriam

Camino solo durante varios kilómetros a buen ritmo. Me detengo en Azofra, sudoroso, con intención de desayunar en una cafetería. Muchos peregrinos pasan, intermitentes, sin detenerse. Mientras observo su cansino caminar me fijo en Diana y Miriam que, sentadas en una terraza de otra cafetería frente a la mía, me hacen señas para que me acerque. Me explican que Diana no puede continuar andando debido al estado de sus doloridos pies y que van a descansar el día completo en aquel pueblo. Diana me pide una de nuestras tarjetas donde figuran las direcciones de la página web y del correo electrónico. Sabiendo que no nos volveríamos a ver, nos despedimos algo entristecidos después de pedir a un peregrino que nos hiciera un par de fotos con nuestras respectivas cámaras.

Rectas interminables

Poco después continúo mi camino tras mis amigos a un fuerte ritmo a pesar del calor. Un numeroso grupo de peregrinos, muy fragmentado, va quedando rápidamente atrás. Perece ser que proceden de Canadá y, es seguro, dadas las dimensiones de sus mochilas, que viajan en autocar. Encuentro a Paco escondido bajo las hierbas de un verde prado, descansando, y escribiendo en su libreta. Me fumo un cigarrillo a su lado y continúo la marcha dejándole pronto atrás. Él quiere ir más despacio.

 Con Mercedes en Santo Domingo de la Calzada

Mientras tanto Primi y Ángel han llegado a Cirueña donde se han detenido a tomar un bocadillo. Poco después aparecerían Chema y tras él, Kashusi, que llegaba ansioso por pedir una cerveza. Continúan hasta Santo Domingo donde de nuevo se detienen para sellar las credenciales en el albergue, que ya se encuentra lleno, y buscar un lugar donde reponer fuerzas.

La huella

Una hora después, cuando por fin aparezco, sudoroso y cansado, les encuentro tomando unos buenos bocadillos con sus cervezas correspondientes y charlando con algunos de los peregrinos con los que continuamente vamos coincidiendo: Rodri, Mercedes, Jennifer, Sofhie, Tyler, la familia de valencia, los de Teruel, algunos alemanes … todos ellos se quedarían en el albergue de Santo Domingo.

Jennifer, Sophie y Rodrigo

Mientras descansamos en la cafetería, Paco, convertido eventualmente en profesional de la fotografía,  hace fotos a todo el mundo sin dejar de tomar apuntes en su libreta.  

Paco con un peregrino

Después de un prolongado descanso nos proponemos continuar la etapa hasta Grañón. Beni y el amigo malagueño José Antonio ya se encuentran allí y nos confirman por teléfono que aunque el albergue de Grañón está lleno en lo referente a literas sin embargo no hay problemas en dormir en colchonetas tiradas en el suelo en alguna sala contigua a la Iglesia o si fuera necesario, en la misma Iglesia

En la Catedral de Santo Domingo

Intentamos visitar la Catedral y contemplar la famosa gallina, pero la puerta está cerrada y no podemos entrar. Acto seguido emprendemos despacio los cinco el camino hacia Grañón. 

Saliendo de Santo Domingo

Hace calor y caminamos despacio buscando la sombra de los árboles. Hora y media después entramos en el Hospital de peregrinos San Juan Bautista de Grañón ubicado en un anexo a la Iglesia parroquial.    

Grañón

A la sala donde deberíamos poner el sello en nuestras credenciales se accede  a través de una empinada escalera labrada en la piedra. Primi sube con una tremenda pájara que le hace ponerse blanco y le obliga a sentarse. Jose Luís, el hospitalero, le ofrece un vaso de agua con azúcar y pronto se recupera.

Herramientas de trabajo

Nos acoplamos en una amplia sala ocupada en gran parte por colchonetas colocadas en el suelo. Dejamos las mochilas y tendemos nuestros sacos dejando todo preparado para la noche.  

Colchonetas

Después de una buena ducha salgo a buscar tabaco y me siento en la terraza de un bar con una cerveza. Vera, peregrina portuguesa, y su amiga Beatriz, austriaca, charlan con Khan, el peregrino chino aunque procedente de Brasil que camina con sus padres. Khan, que no Gengis Khan, según él mismo, nos explica que esta misma mañana su padre, muy cansado, ha decidido abandonar el Camino y tomar un avión con destino Brasil. Ahora sólo le acompaña su madre.   

El campanario

Poco después aparece Primi que ha estado haciendo la colada con Ángel y han aprovechado la subida al tendedero para visitar el campanario y el interior de la Iglesia. Aprovecho a mi vez la subida de Primi al primer piso del bar por su cerveza para pedirle que me baje otra así como unas sabrosas aceitunas. Khan, muy amable, nos ofrece unas exquisitas galletas. Poco después aparecen Chema y Ángel y se sientan en la terraza con nosotros.

Es curioso observar que del elevado número de peregrinos que se encuentran en el albergue apenas unos pocos salen a conocer el pueblo, sus calles y sus habitantes. 

La cena comunitaria

A las 19:00 horas, Vera, Beatriz y Khan se van a la misa de peregrinos mientras nosotros alargamos el descanso en la terraza. Poco después decidimos participar en la cena comunitaria de peregrinos que se va a producir en el albergue a las 20:00 horas, participando con un par de botellas de vino que Chema se encarga de adquirir

Primi sirviendo platos

Poco antes de la cena Ángel y Primi conversan con un matrimonio catalán sobre el funcionamiento de los albergues. La señora está interesada en conocer de primera mano los diferentes aspectos de la vida de los peregrinos en los albergues pues tiene el propósito de realizar parte del camino en un futuro próximo.

La cena 

La cena es agradable y participativa. Primi y Ángel, sentados junto a los dos hospitaleros, se apuntan como voluntarios para servir las lentejas, ensaladas y cafés.

Ángel sirviendo los platos 

Durante la cena, Arturo, el hospitalero, solicita voluntarios para fregar los cacharros una vez finalizada la cena. Todo el mundo levanta el brazo, deseosos de echar una mano.  

Sisse y Mikel. al fondo, Beatriz y Vera

Concluida la cena me entretengo durante un buen rato como voluntario para fregar platos en el primer turno junto a Mikel, el austriaco, que se encarga de secarlos. Después nos sustituirían Paco y Primi ayudados por otros peregrinos.

Fregando con Mikel

Mientras ellos se dedican a la tarea de fregar me agencio una guitarra que descansa en el fondo del salón y acompañado por Primi interpretamos algunas de canciones.

Chema 

Poco después, Arturo nos invita a acompañarle a una capilla donde se va a celebrar un acto singular y curioso. Sentados en sillones de madera que rodean una sala cuadrada con la única iluminación de un cirio encendido en el centro,  esperamos a que el Capellán comience el acto.

Cada peregrino debe pedir en voz alta o en silencio, su deseo, rezar su oración, efectuar su comentario o simplemente pasar la vela al siguiente, a voluntad de cada uno, mientras sostiene el cirio encendido ante el resto de participantes que escuchan en silencio.

El sonido de los diferentes idiomas, incomprensibles para el resto de peregrinos en muchos casos, la escasa luz del cirio encendido, el profundo silencio, impregnan la sala de un ambiente impresionante, misterioso y solemne que se eleva al máximo cuando, completado el turno de los deseos, rezamos levantados el Padre Nuestro todos juntos en voz alta y cada uno en su idioma.  

Paco fregando

Mientras tanto, todo ha quedado recogido y muchos peregrinos se han retirado en silencio a sus literas o colchonetas.

Paco con los hospitaleros, José Luís y Arturo

José Luís nos comenta que el albergue permanece abierto toda la noche y que, siempre que no se haga ruido y no se moleste al resto de peregrinos, puede uno entrar o salir en cualquier momento.

Después de la cena

Sin soltar la guitarra, acompañamos a los  hospitaleros José Luís y Arturo a tomar un "elixir" en un bar cercano al albergue mientras cae un pequeño chaparrón. Nos comentan que pertenecen a la Asociación de Hospitaleros y que dedican un par de meses al año a atender estos albergues. En el momento presente se encargan, además del de Grañón, de otro en Tosantos, pueblo cercano. En ambos llevan a cabo actividades similares. Tanto el alojamiento como la cena son gratis aunque aceptan cualquier donativo, comida o bebida, para los gastos.

Poco después, regresamos al albergue y con cuidado de no despertar a los peregrinos ya dormidos nos acostamos a la luz de alguna linterna. 

José Luís y Arturo, los hospitaleros

Muy temprano me levanto al servicio y encuentro a Vera, la peregrina portuguesa, asomada a una ventana sin poder salir ala calle. Dice que se ahoga en el ambiente del albergue y que quiere salir a tomar un poco de aire. No encuentra cómo se abre  la puerta. Sin dificultad alguna, pues sólo hay que tirar un poquito de ella, la abro y salimos del albergue. Ha dejado de llover y la noche es fresca y agradable. Mientras fumo un cigarrillo v emos un precioso amanecer.  Poco después regreso a  mi colchoneta y duermo de nuevo plácidamente.