Lunes, 12 de Mayo de 2008
Hemos dormido Luís Martín, Ángel, Chema
y yo en la misma habitación. Aún podría haber dormido
otro en un sofá extensible. Curiosamente esta noche no hemos tenido
ronquidos o, al menos, yo no los he escuchado.
Chema, siguiendo su
costumbre, nos despierta muy temprano. Se levanta sin hacer ruido y baja
la escalera de la litera con cuidado. A los pocos minutos
comienza a dar las luces y a pasearse de un lado para
otro hasta que consigue espabilarnos a todos. Intento
esconderme bajo la sábana para amortizar nuestra inversión en el
hostal pero es imposible. Aprovecho que hay que hacer cola para
entrar al baño para quedarme en la cama, como siempre, el último.
Tengo en la puerta de
la habitación un tendedero con el par de camisetas, los
pantalones y la camisa . Están bastante húmedos. Mientras me
entretengo con la simpática señora comentando la incidencia (dice que ha llovido por la noche y que
no ha habido tiempo material para secarse) mis amigos abandonan el
hostal.
Hoy tenemos una etapa asequible, 26 kilómetros, pero
sabemos que en los 17 primeros no hay sombras ni lugares
donde parar a tomar algo y reponerse.
Camino con Luís Martín
atravesando el espacio de la feria de maquinaria
agrícola cuando nos llama Paco por el móvil. Quiere que
tomemos el nombre de una cafetería en la que estuvimos anoche
porque no les han tratado muy bien al
intentar desayunar esta mañana. Anoche estuvimos, al menos, en dos cafeterías por
lo que, como no sabemos exáctamente cuál es, hacemos sendas fotos intentando registrar
el nombre. Aunque tenemos las fotos, nunca hemos vuelto a comentar el tema.
Dejamos atrás Carrión
Salimos de Carrión animados por la espléndida mañana
que invita a caminar. El cielo totalmente despejado y un
sol radiante y caluroso nos acompaña a lo largo de todo el trayecto.
Camino con Luís, tras Ángel y otros grupos de peregrinos a
los que divisamos no muy lejos.
Flujo constante de peregrinos
Adelantamos a algunos grupos de
peregrinos que caminan con lentitud. El sol aprieta y nos hace sudar.
Sabemos que no hay fuentes ni bares ni lugares donde
refrescarnos así que, sin otro remedio, caminamos rápido para
llegar cuanto antes.
Mediada la etapa encontramos a un hombre
al lado de una furgoneta junto al camino de tierra
rojo. Tiene algunos botes de refrescos y cervezas. Un grupo
de peregrinos, entre ellos los húngaros, descansan tumbados en
la hierba húmeda.
Animados y sedientos, le preguntamos al hombre si vende las cervezas. Nos contesta
que son gratis. Tiene un bote de cristal con monedas y, aunque insiste
en que las bebidas son gratis, nos anima, sólo si queremos, a echar la
voluntad. Nos explica que si cobra le pueden denunciar.
Sorpresa agradable
Mientras tomamos nuestras cervezas descansamos
en la hierba charlando con Fussina y sus amigos. Le pregunto
al hombre de la furgoneta si no le importaría esperarnos con ella unos
kilómetros más allá. Me contesta que no, que por hoy ya ha
terminado. Una pena.
Continuamos el Camino bajo un
sol de justicia, sudorosos, sedientos y cansados. Se ven
rectas interminables que separan grandes extensiones de
sembrados hasta el horizonte donde abarca nuestra vista.
Paco
El terreno es llamo y consumimos
kilómetros con facilidad. Por fín desde un repecho
se divisa a lo lejos Calzadilla de la Cueza.
Unas tonalidades rojas, muy lejanas, a la izquierda
del pueblo, y cierto movimiento de gente nos hacen pensar que
se trata de un bar. Animados con la perspectiva de
un inminente descanso, aceleramos el paso.
Calzadilla de la Cueza
Ya en el restaurante hostal Camino
Real, nos vamos agrupando junto a otros grupos
de peregrinos. Descansamos al sol durante un buen rato mientras damos
buena cuenta de algunos bocadillos de tortilla y buenas jarras de cerveza.
Nos hace gracia el curioso error de imprenta de la carta del restaurante donde
(suponemos) han cambiado "plato" por "palto" en todos los productos anunciados.
La carta
Conocemos a Hoppen, solitario y simpático peregrino danés al que hemos
adelantado varias veces estos últimos días. Camina arrastrando los
bastones con punta de acero produciendo un ruido continuo que
acaba resultando algo molesto por lo que, siempre que le hemos
alcanzado, pronto le hemos dejado atrás.
Con Hoppen, peregrino danés
Mientras descansamos
aparecen Montse y Esther. Después de
compartir durante un rato mesa
con Clara mientras aprovechan para tostarse al sol, continúan su Camino a buen paso.
Montse y Esther
Después de un largo descanso
decidimos continuar. Aunque aún nos faltan 9 kilómetros para
terminar la etapa, no tenemos prisa. Es pronto y el día es
espléndido.
Mapa de rutas
Camino despacio acompañado
por Luís Martín y pronto nos quedamos rezagados. En poco tiempo
llegamos a Lédigos, pueblecito fundado en 1028 por la célebre doña
Urraca. Aprovechamos para hacer una nueva parada en el bar El
Palomar.
Peregrinas holandesas
Intentamos charlar en inglés
con dos peregrinas holandesas con quienes venimos coincidiendo en
el Camino, pero nos resulta imposible entendernos.
Extensos sembrados
Pocos kilómetros después
encontramos a nuestros amigos descansando cómodamente en la
terraza del albergue que nos había recomendado Esther la noche
anterior. El albergue se encuentra a unos 500 metros antes
del pueblo de Terradillos.
En el albergue
Una
vez acoplados, disfrutamos
de unas bien merecidas cervezas sentados al sol mientras
Ángel nos cuenta el chiste "del camello" y Paco se entretiene
en fabricarnos unos elegantes gorros de papel de
periódico.
Paco y Ángel
La tarde aún no ha caído
cuando Esther se une al grupo. Ha venido a buscarnos con
intención de invitarnos a unos chatos en su pueblo.
Con Esther
Clara y Chema
Como en tantas otras
ocasiones, Paco y Ángel enredan divertidos con una botella de
agua. Al final es Clarita quien, sorprendida, termina empapada.
Clara
Poco después caminamos con
Esther hasta Terradillos de Templarios con intención de tomar algo
mientras hacemos tiempo para la cena.
Fernando
De regreso al albergue
saludamos a un precioso burrito que encontramos
pastando en un pequeño prado.
Paco y el burro
Acompañados por Esther y
María José disfrutamos de una agradable y excelente
cena. Fernando, con la excusa de ir al servicio, ha debido
pillar la cama, pues ya no ha regresado.
Con Esther y María José
Después
de la cena nos despedimos
de Esther y María José, personas encantadoras a quienes ya no volveríamos a ver.
El dueño del albergue nos comenta que va
a cerrar la puerta y que ya no podemos ni salir ni entrar. Aunque expreso mi desacuerdo
por dejarnos encerrados, después de un último
cigarrillo contemplando la hermosa luna, me retiro a
descansar.