Al igual que en
días anteriores, el día amanece con el cielo
cargado con negras nubes. Fuera, llueve con fuerza.
Mientras desayunamos en
la cafetería del
albergue, Chema nos comenta el
susto que le había dado durante la noche la tabla
de la litera de Paco al caer sobre la suya.
Ángel ha llamado a Boadilla del Camino,
nuestro destino en la etapa de hoy y le han comentado que no hay plazas
libres en los albergues. Decidimos alargar la etapa 6 kilómetros
más, hasta Frómista, por lo que en total serán unos 35 kilómetros.
Con tanta lluvia será una etapa larga y dura.
Observamos con curiosidad cómo Iuta se prepara en uno
de sus dos termos unas mezclas de yogures, pastillas
y otros productos que después revuelve y guarda como oro
en paño. Nos comenta que son vitaminas para el camino. Aunque nos
invita a probarlo, no nos decidimos a hacerlo.
A pesar de la intensa
lluvia, los peregrinos comienzan a desfilar en pequeños
grupos. Mientras subo a por mi mochila y bajo, todo el mundo ha
desaparecido. Veo a lo lejos caminar a Iuta junto a Clara. Camino
tras ellas bajo mi deteriorado paraguas.
Clara ha debido olvidar algo pues da media
vuelta y camina hacia mí. Le digo divertido que el Camino
es en dirección contraria. Me comenta que va a comprarse un
impermeable.
Convento de San Antón (Siglo XV)
Dejo atrás a Iuta y camino
en solitario a buen ritmo bajo la lluvia. Alcanzo a Paco y Fernando mientras se fotografían
en las las ruinas del Convento de San Antón.
Ruinas del Convento de San Antón
Nota extraída de www.deviajes.es
A pesar de sus ruinas, el viejo convento de San
Antón (siglo XIV), sigue estando cargado de magia y esoterismo.
Los frailes antonianos aquí instalados tenían fama por sus
conocimientos en la curación del "mal de San Antón" o
"fuego sacro", una enfermedad gangrenosa parecida a la
lepra muy extendida en los siglos X y XI. Por el peligro de
contagio, este tipo de hospitales –casi 400 en toda Europa– se
construían fuera de los núcleos urbanos. Para luchar contra la
enfermedad se servían de los efectos benéficos de la letra griega
tau, que llevaban cosida
en rojo en la túnica negra. Además no vacilaban ante el menor
síntoma sospechoso de malignidad, en amputar brazos y piernas, que
colgaban posteriormente en la puerta del hospital. Hoy en día es
un sencillo albergue de peregrinos que abre parcialmente durante
algunas épocas del año, pero se te pondrán los pelos de punta al
escuchar aquellas antiguas historias.
Imágenes descabezadas
La construcción
es asombrosa aunque se encuentra muy deteriorada. La
mayoría de las imágenes están sin cabeza.
Pienso que esto no se debe al deterioro. Seguramente
tiene algo que ver con la "Desamortización de
Mendizábal".
Llegando a Costrojeriz
Continuamos ahora los tres
juntos hacia Castrojeriz. La lluvia nos acompaña a lo
largo de todo el trayecto. Fernando nos ameniza el camino con sus
canciones, saltos y carreras. Animándose a sí
mismo avanza a buen ritmo. Pronto Paco y yo
nos quedamos rezagados.
La Colegiata de Santa María del Manzano (Siglo IX)
A la vera del
Camino de Santiago, se levanta la secular Colegiata de Nuestra
Señora del Manzano.
La construcción de la actual iglesia se inició
en 1214 por orden de la reina Berenguela, madre de Fernando III.
El estilo románico aún se aprecia en la base de la torre y en las
ventanas de la nave de poniente, así como en buena parte del
alzado interior. El edificio fue culminado en estilo gótico,
quedando configurado con tres naves de cinco tramos, siendo la
central de mayor altura. A los pies de la nave principal se abre
una sencilla portada apuntada, de arco abocinado, con arquivoltas
y baquetones con basa y capiteles de motivos vegetales. A ambos
lados aparecen dos esculturas en piedra del siglo XIII, la Virgen
y San Gabriel, bajo sencillos doseles y sobre sendas ménsulas. De
la misma época es la imagen de Nuestra Señora del Manzano,
realizada en piedra policromada. En la actualidad, se encuentra en
su propia capilla, construida en el siglo XVIII. En el interior de la
iglesia destaca en el baptisterio el sepulcro gótico de doña
Leonor de Castilla, reina de Aragón, que permaneció encarcelada en
el castillo de Castrojeriz, donde fue ajusticiada por su sobrino
Pedro I de Castilla en 1358. A finales del siglo XV y principios
del XVI la Colegiata experimentó una serie de cambios, como la
transformación de algunas de sus bóvedas y la ejecución del
rosetón de la portada principal, recientemente restaurado.
Junto a las grandes
extensiones de sembrados crecen numerosos chopos y algunos árboles
frutales. Aunque la lluvia continúa, insistente, poco a poco nos
acercamos al pueblo. Los tres nos agrupamos en uno de
los bares de la larga calle principal. Ángel, Chema y
Luís también han parado, aunque algo más adelantados.
Castrojeriz
El hombre del bar nos recomienda continuar hacia
Itero de la Vega por la carretera ya que, aunque tendremos
que caminar unos cuatro kilómetros más, merece la pena evitar
la subida por donde transcurre el camino pues seguramente
esté intransitable por los barros.
En plena ascensión
Cuando abandonamos Castrojeriz, mientras buscamos
la dirección correcta a seguir, aparecen Ángel, Luís y Chema que
caminan decididos hacia el camino que se divisa a lo lejos.
Aparenta una fuerte subida y dudamos si seguir tras ellos o hacer
caso a los consejos del hombre del bar. Decidimos continuar por la
carretera pues no nos hacen mucha gracia la lluvia y los barros.
En definitiva nos separamos en dos grupos con
diferentes caminos pero con el mismo destino.
Desde la cima del monte
Mientras
observamos desde lejos la lenta ascensión de
nuestros amigos, continuamos por la carretera hasta perderlos de
vista. No hay mucha circulación y se camina bien aunque
continúa lloviendo. Largas rectas de asfalto nos van acercando
a Itero de la Vega. Divisamos a lo lejos, muy
adelantado, un peregrino con lento caminar con quien poco a poco vamos
acortando distancias. Cuando por fin le alcanzamos resulta
ser Clara que se une al grupo.
En un cruce de la carretera
con el camino vemos unas flechas de color blanco que indican 1 km hasta Itero del
Castillo. Aunque nos extraña que las flechas no sean amarillas, impacientes
por llegar pronto y pensando que sólo es un
kilómetro, nos dirigimos hacia el pueblo sin pensarlo demasiado. Después comprobaríamos
que nos habíamos desviado del camino, aunque en nuestro GPS el
pueblo está indicado como parte del Camino.
Tendremos que corregirlo.
Recorremos el pueblo bajo una lluvia intensa e incómoda, deseosos por descansar,
en busca de un bar que por fin encontramos, aunque cerrado. Mientras
buscamos otro, gracias a la
información, aunque bastante confusa, de algunas señoras del pueblo,
volvemos al mismo. Esta vez Fernando entra en la casa contigua al
bar y pregunta a una señora. Nos dice que abrirá en un
momento.
Ya sentados en la mesa, acompañamos unas cervezas
con queso, berberechos y aceitunas. No tienen nada más.
Mientras Fernando se efectúa una I.T.V. en los pies con unas
cremas que Jesús le ha proporcionado y recomendado y que huelen
que "tiran para atrás", llega Iuta que, sin proponérselo, también
se ha apartado del camino.
El Puente Fitero
Preguntamos a algunos hombres
del bar sobre la mejor manera de continuar nuestro camino. Uno nos
aconseja quedarnos allí evitando así la lluvia. Otro
nos asegura que es mejor continuar por la carretera y
salir directamente "sobre" el puente. Otro, en cambio, nos aconseja continuar
hasta el río y salir así "bajo" el puente. Al no
ponerse de acuerdo les dejamos enzarzados en la discusión y decidimos
continuar nuestro camino esperando dar con la ruta apropiada.
Clara, Iuta y Fernando
Salimos los cinco del bar bajo un fuerte aguacero y
retomamos la carretera que, en pocos minutos, nos acerca al
Puente Fitero, puente mediavel de siete arcos que une las
provincias de Burgos y Palencia y antigua frontera entre los
reinos de León y Castilla.
Paco
En el Puente Fitero me quedo
rezagado con Paco mientras hacemos algunas fotos. Fernando ha acelerado el ritmo dejando atrás
a Clara y Iuta y ya
no se le ve. Iuta también acelera y pronto la perdemos de vista. Alcanzo
a Clara y caminamos juntos intentando resguardarnos de las estelas de agua
de los coches y camiones con los que nos
cruzamos. Paco se ha quedado rezagado con sus fotos.
Mientras tanto, Ángel, Chema y Luís han
repuesto fuerzas en el bar de Itero de la Vega, muy cerca de Itero
del Castillo, sin desviarse, como nosotros, del Camino. Conocen a
dos peregrinas catalanas, Montse y Esther, que, como nuestro
grupo, hacen el Camino por tramos parciales cada año. Vienen desde
Roncesvalles y, por este año, lo dejarán en León.
Chema con una peregrina canadiense en Itero de la
Vega
Reponemos fuerzas de
nuevo en el acogedor albergue de Boadilla del Camino. Llevamos una
buena caminata y estamos agotados. Clara, con un tobillo algo
averiado, ha decidido llegar a Frómista en taxi y Iuta se
queda en el albergue de Boadilla.
Después de unas cervezas continuamos los tres el camino decididos
a finalizar los seis kilómetros que nos faltan hasta Frómista.
Ha dejado de llover y ahora se camina mejor. Ángel nos comenta telefónicamente
que ya han llegado a Frómista. Nos dice que si vemos el Canal de Castilla
puede quedarnos alrededor de media hora. Efectivamente caminamos ahora
por el margen izquierdo del Canal, cargado de agua.
El Canal de Castilla
Fernando continúa
animándonos la travesía
con sus canciones y bromea sobre la posibilidad de echarnos al canal en una
balsa para
no tener que caminar.
Compuertas del Canal de Castilla
Cuando llegamos a Frómista
ya nos están esperando Ángel, Luís y Chema duchados y descansados.
Son las 20:00 horas. Por nuestra alegría y buen humor, al
llegar, parece que Chema y Ángel no creen que hemos
caminado cerca de 40 kilómetros. Hemos intentado darles detalles para convencerles pero,
ni aún así, se muestran satisfechos.
Chema en Frómista
Luís Martín se ha incorporado hoy al Camino.
Se ha desplazado en tren desde Segovia y ha llegado antes que
nosotros. Ha aprovechado para hacernos las gestiones de contratación
del agradable hostal, situado junto al albergue.
Fernando en el pequeño museo del Hostal Restaurante
Tomamos unas cervezas y buscamos un lugar donde cenar.
Nos habían comentado sobre dos restaurantes donde podríamos probar un buen
bacalao. Al final cenamos bien en el que elegimos pero no pudimos probar
el bacalao. No lo tenían.
La cena
Después de la cena Paco y Fernando se van directamente al
hostal a descansar mientras el resto nos tomamos un "elixir" en una de las
cafeterías del pueblo.
Charlamos animadamente con tres agradables muchachas
extranjeras que trabajan en Frómista. Desiree, Carolina y Ana,
procedentes de Noruega, Polonia y
Francia, respectivamente. Llevan tiempo en el pueblo y
hablan nuestro idioma perfectamente.
Carolina y Ana
Ana y Desiree
Después de un par de "elixires"
y algunas fotografías nos retiramos al hostal.
Detrás, la Iglesia de San Martín