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Martes, 9 de Mayo de 2.000
Desde Portomarín hasta Palas de Rey - 24,3 Kms.



Después de desayunar en una cafetería de la plaza del pueblo donde había mercado comenzaron la marcha. Aquel día harían menos kilómetros que los anteriores aunque las fuerzas estaban ya bastante disminuídas. Michel había decidido ponerse sus botas de montaña ya que sus zapatillas aún se encontraban completamente empapadas. Preocupado con su tobillo caminaba cojeando despacio.


Portomarín: Iglesia de San Nicolás
Listos para partir ...

Cruzando el río por un estrecho puente metálico, tomaron el empinado camino que poco después les llevaría hasta la preciosa aldea de Gonzar y luego a la de Castromaior.


Descanso ...

La vereda, formada por interminables rectas, corría en muchos de sus tramos paralela a la carretera. La mañana era espléndida. El sol les hacía sudar copiosamente. Jesús y Marino, animados por divertidas marchas militares que Marino cantaba a pleno pulmón, pronto tomaron la delantera, seguidos de cerca por Angel Herrero que,a pesar de su marcada cojera, no perdía ritmo. Michel y Angel Rodríguez se fueron rezagando mientras tomaban algunas fotos.


Michel ...


Angel, con su elegante sombrero de Tijuana


Crucero de Lameiros. Angel ...


Crucero de Lameiros. Michel ...

Despacio, con algunos merecidos descansos, disfrutando de la agradable y soleada mañana, fueron dejando atrás el Hospital de la Cruz, Ventas de Narón (donde hicieron un alto para reponer fuerzas a base de pulpo y cervezas), Ligonde, el famoso cruceiro de Lameiros, hasta que por fín se detuvieron a comer en un restaurante donde les esperaban los tres amigos adelantados.


Calcetines impares ...

Una fuerte lluvia con aparato eléctrico les sorprendió sentados en la terraza del bar, mientras efectuaban una nueva I.T.V., obligándoles a pasar al interior. Mientras, después de finalizar con apetito sus tremendos bocadillos, tomaban su querido "elixir", llegaron Juan y Eduardo, a quienes invitaron a probar los orujos. Poco después, cuando la lluvia había aflojado un poco, continuaron, enfundados en sus impermeables, hacia Palas de Rei. Eduardo y Juan les seguirían poco tiempo después.


Jesús en la puerta del bar


Michel y Marino ... impermeabilizados

El refugio de Palas de Rei se componía de varios pisos. Cuando Angel Rodríguez y Michel llegaron, ya sus otros tres amigos estaban acoplados en sus literas en el último piso. Al verse sólos en la sala comentaron divertidos que aquella noche no molestarían a nadie con sus ronquidos.

Después de unas reconfortantes duchas salieron con intención de cenar algo mientras veían el partido de la final de la Copa de Europa. El camarero del restaurante no sabía cómo conectar con el canal donde transmitirían el partido por lo que Angel Rodríguez, experto en estas ciencias, se ofreció a ayudarle. Mientras tanto Marino se había quedado en el refugio lavando sus camisetas en una lavadora automática, oponiéndose enérgiamente a "hacerle la colada" a Jesús y, por supuesto, a lavarle las playeras a Michel.

Poco a poco el restaurante fue llenándose de gente. Pilar, Poly, Juan, Eduardo, los tres simpáticos alemanes, el francés a quien los amigos apodaban "Anelka", y mucha gente del propio pueblo.

El partido entre el Real Madrid y el Bayer de Munich dió comienzo mientras Eduardo comentaba a Michel que no le gustaba mucho Redondo, su paisano, a lo que Michel le respondía que para él Redondo era el mejor. Cuando el Real Madrid consiguió su gol por medio de Anelka, los gritos de alegría fueron emocionantes. Los alemanes sonreían un poco apenados mientras todos los demás, incluído "Anelka" brindaban para celebrarlo.

Después de finalizado el partido regresaron al refugio, no sin antes hacer una llamada a Miguel Angel Marqués para comentar las incidencias del camino, las perfectas condiciones climatológicas contratadas (él es quien se encarga normalmente de estas contrataciones), y otros detalles que no vienen al caso.

Michel, aún con sus zapatillas empapadas, había preguntado si en alguno de los pisos habían visto un radiador con el fín de ponerlas a secar. Pilar le había comentado que en el suyo había uno por lo que, acompañado por Angel Rodríguez, bajaron a colocarlas sobre él. Poco tiempo después caían rendidos, aunque muy satisfechos, en sus literas.