Después de sellar las credenciales a la salida del refugio caminaron
hasta el centro del pueblo buscando un lugar donde desayunar. Cuando
comenzaron el camino, serían las 08:30 de la mañana.
Comienza el camino: Angel, Marino, Jesús y Angel
El día era espléndido. Acompañados por un brillante sol, los amigos,
primero todos juntos, en larga hilera después, charlando en algunas
ocasiones, ensimismados cada uno en sus pensamientos en otras, seguían
el margen izquiero de la carretera nacional VI, repleta de obras
impresionantes por la construcción de la nueva autopista. El terreno,
repleto de curvas, con suaves ascensos y descensos, resultaba
sencillo a pesar de la incomodidad de las cargadas mochilas. El río
Varcalce, que durante muchos kilómetros les acompañaría, se veía
caudaloso y sombrío debido al elevado número de grandes castaños, aún
sin castañas, que le custodiaban en ambas márgenes. Angel Rodríguez,
conocedor ya de aquellos parajes, aprovechó para comentarles que
aquellas castañas son de las que se comen. Por su parte, Angel
Herrero, que a veces llevaba un endemoniado ritmo probablemente
ayudado por sus contínuos canturreos, no desperdició la ocasión para
impartir una de sus interesantes teóricas sobre truchas y pesca.
Caminaban a un promedio de seis kilómetros a la hora, un kilómetro
cada diez minutos. Michel, animado porque era el mismo promedio que
él llevaba cuando, en su precaria preparación para el camino, había
llegado algunos días hasta el pueblo segoviano de Torrecaballeros,
calculaba mentalmente el tiempo que les faltaba para llegar a su
objetivo.
Pasado el pueblecito de Pereje, llegaron a Trabadelo, donde hicieron
un alto para refrescarse en una de tantas fuentes que se encuentran
en el camino. La sensación de libertad que sintieron al desprenderse
por un momento de sus pesadas mochilas les hizo bromear sobre la
conveniencia de buscar algún "sherpa" que, lógicamente bien pagado,
se las llevara hasta O Cebreiro.
Fuente en Trabadelo: Michel y Jesús con su elegante
sombrero de Yosemite
El pueblo,aunque perteneciente aún a la provincia de León, se asimila
ya a los pueblecitos gallegos.
Trabadelo: Angel Rodríguez y Marino
Después de algunas fotos, refrescados, animados porque en sólo dos
horas habían caminado doce kilómetros, continuaron contentos la
marcha.
Siempre siguiendo el curso del río Varcalce, continuaron hasta La
Portela donde, después de un nuevo refresco en la fuente, retomaron
el camino y, dejando atrás los pueblecitos de Ambasmestas, Vega de
Varcalce y Ruitelán, llegaron por fín a Las Herrerías, lugar donde,
siguiendo siempre el "gps", nombre con el que graciosamente Jesús se
refería al cuadernillo preparado por Angel Rodríguez y que contenía
una exhaustiva planificación de todo el viaje,deberían detenerse para
preparar la fuerte subida a O Cebreiro.
Después de unas ansiadas jarras de cerveza acompañadas por aceitunas,
una completa I.T.V. (Inspección Técnica de Vehículos), donde algunos
se dieron polvos de talco, otros linimentos deportivos y otros
diferentes pomadas, después de una completa revisión de las posibles
ampollas sobre todo en los pies, una vez descansados, emprendieron
decididos la temida subida que tantas veces Angel Rodríguez les había
comentado.
Las Herrerías: I.T.V.
Las Herrerías: Cervezas
Las Herrerías: Descanso
Angel Rodriguez no había exagerado en absoluto. El sendero comenzaba
a empinarse de forma alarmante. El tremendo esfuerzo les obligaba a
subir lentamente en silencio. Sudorosos se fueron separando hasta
perderse por completo de vista. Jesús y Angel Herrero se habían
adelantado mientras que Marino y Angel Rodríguez esperaban a Michel
que, incapaz de seguirles, se quedaba poco a poco, hasta que decidió
sentarse un rato en un tronco de árbol. Poco después, muy cansado
pero decidido a continuar, encontraría a sus amigos esperándole en el
pueblecito de La Faba, charlando animadamente con un matrimonio
alrededor de, lo que le pareció, una maravillosa fuente.
La espera
Llegando a La Faba
Allí, después de saturarse de agua fresca, sabría que no fué al único
al que le había entrado la famosa "pájara". Angel Herrero también
había pasado lo suyo.
Aún faltaban cuatro kilómetros para O Cebreiro.
Repuestos unos más que otros, animados por la cercanía de la meta,
deseosos algunos por concluir aquel martirio lo antes posible,
retomaron de nuevo el camino que, desesperadamente, continuaba
ascendiendo más y más.
Nuevo descanso
Después de otro largo kilómetro hicieron un nuevo alto en Laguna de
Castilla, último pueblo antes de O Cebreiro.
Fuente en Laguna de Castilla
A Michel
se le hinchan las manos
De nuevo Michel se quedó atrás. Sudoroso, veía alejarse a sus amigos
sin prestarles demasiada atención. El paisaje era realmente hermoso.
Aquellos verdes valles se perdían en su profundidad. Se veían mares
de nubes que habían quedado encerradas entre las montañas. Aquellos
horizontes le parecían impresionantes. Centrado en sus pensamientos,
se sorprendió cuando dos mujeres y un hombre le saludaron sonriendo
al tiempo que lentamente le adelantaban. Poco después sabría que eran
canadienses.
Km. 165
Angel Rodríguez y Angel Herrero, junto a los canadienses,le esperaban
en el kilómetro 165 que marca la frontera entre León y Galicia. Esos
eran los kilómetros que faltaban hasta Santiago de Compostela.Michel,
completamente agotado, sólo pudo al sentarse comentar un "too much"
que hizo verdadera gracia a los canadienses.
Michel
Media hora después de continuar la caminata se unieron al resto del
grupo que les esperaba ya en la entrada del pueblo. Eran las 16:00
horas. Por fín, habían llegado.
O Cebreiro: pueblo celta de granito a 1.300 m. de altitud.
Pazo celta en O Cebreiro
Bajada desde el refugio
Sin apenas descansar, sin ducharse, sin preparar sus sacos de dormir,
probablemente debido al hambre que sentían, habían dejado rápidamente
sus, ahora odiadas, mochilas en el elegante Refugio de la Xunta y,
eufóricos, habían salido con ánimo de comer algo en el primer
restaurante que encontraran.
Había poca gente. Mientras les preparaban unos sabrosos y ansiados
caldos gallegos, al tiempo que tomaban algunas cervezas, comentaban
las incidencias del día. Aunque el tiempo había sido espléndido,
seguramente contratado, como siempre, por Miguel Angel Marqués, la
etapa había sido realmente dura.
Contentos porque,siempre según Angel
y Marino, habían superado lo más difícil del camino, bromeaban sobre
quién sabía o no jugar al mus, quién había enseñado a quién y quienes
jugarían una partida finalizada la comida.
El caldo resultó excelente, los huevos fritos con patatas, de lujo,
los "elixires" y "ballantines", tan extraordinarios que no dudaron en
repetir.
Mientras preparaban la partida, un simpático extranjero, que después
resultó ser canadiense y amante acérrimo de París, se les había unido
con intención de verles jugar. Invitado a un "elixir" que aceptó sin
dudarlo, debió realmente gustarle porque no lo dejó en toda la tarde.
Mientras tanto, grandes nubarrones habían oscurecido el cielo con
amenaza de tormenta. La luz íba y venía a su capricho, cuando comenzó
a llover. Marino, feliz porque ya no sufrirían la lluvia aquel día en
el camino, hizo un significativo "corte de mangas" hacia la ventana
refiriéndose a la tormenta al tiempo que exclamaba: ¡¡¡ te jodes que
ya no nos pillas !!! ...
Como respuesta al gesto de Marino, un potente relámpago acompañado por un
impresionante trueno les dejó a todos boquiabiertos. El susto fue tremendo. La luz se apagó
tardando un tiempo en volver. Pasado el susto, todos se volvieron
divertidos hacia Marino quien se había quedado de una pieza. Angel le
comentó que seguramente en los días siguientes les pillaría alguna de
aquellas tormentas.
Decididos a jugar la partida se emparejaron Jesús y Michel contra los
hermanos Angel y Marino. Andrews, el canadiense, se sentó con ánimo
de observarles mientras continuaba dándole sin descanso al "elixir",
acompañando a los jugadores.
Angel Rodríguez que, aunque no suele perder en el "extranjero" había
cedido el puesto a los "expertos", después de las primeras manos se
había ído al refugio a duchar. Cuando regresó, la partida había
finalizado con victoria apabullante, acompañada de la logica alegría,
de los hermanos Herrero, evidentemente porque Marino había "cogido
muchísimo".
Mientras tanto, la noche se había cerrado seguramente ayudada por la
gran tormenta. El mesón, antes vacío, se había llenado de peregrinos
que, con intención de cenar algo, habían ocupado todas las mesas. La
charla con Andrews, que negaba divertido su conocimiento del inglés
aún sabiendo que nadie le creía, era interesante. Profesor de francés
y español, deseaba regresar a Francia, sobre todo a París, ciudad a
la que adoraba.
Mientras Jesús charlaba animadamente con Andrews, Michel entablaba
una animada conversación con un grupo de canadienses. Por su parte,
Angel y Marino charlaban animadamente, y Angel Rodríguez pedía un
nuevo caldo gallego para la cena.
Mientras cenaban saludaron a la joven alemana que habían conocido esa
misma mañana y que acababa de llegar, y conocieron a Loli y Saray,
madre e hija provenientes de Vizcaya que, como ellos,tenían intención
de hacer el camino aunque más despacio y que, amablemente y ante la falta de mesas, les habían
invitado a la suya para cenar.
Después de un último "elixir", Angel,Marino y Jesús salieron hacia el
albergue. Quizás por la oscuridad, quizás por el efecto del "elixir",
bajaron directamente hacia el camino de Santiago en lugar de subir
hacia el albergue, aunque no tardaron en darse cuenta y rectificar.
Poco después llegaban al albergue Angel Rodríguez y Michel que, entre
risas sin motivo aparente pero seguramente también debido al famoso
"elixir", intentaron entrar, dando fuertes empellones, por una puerta
ya cerrada. Convencidos de la imposibilidad de abrir, sin dejar de
reir aunque preocupados por no poder entrar, pensando que quizás
deberían pasar la noche fuera, subieron hacia la entrada principal
que, aunque sumida en una gran oscuridad, al menos se encontraba
abierta.
Contentos por el hallazgo,riendo sin parar, haciendo muchísimo ruído,
según comentaría después Jesús, bajaron una empinada y completamente
oscura escalera, dándose de bruces con el dormitorio. La oscuridad
era completa. Angel, tronchado de risa, después de subir con grandes
esfuerzos a la litera superior que parecía que se vendría abajo por
su peso, buscaba una linterna, mientras Michel
intentaba, sin conseguirlo, encontrar su saco de dormir que estaba,
evidentemente, dentro de su mochila.
Cuando Angel, por fín, logró encender su linterna Michel ya se había
tirado literalmente en la litera y se había quedado profundamente
dormido.
Serían las seis de la mañana cuando, incómodo por el frío, Michel se
despertó, buscó en su mochila, abrió rápidamente el saco de dormir y
se metió en él, quedándose de nuevo inmediatamente dormido ante la
atenta mirada de "el pibe" que, sonriente, le observaba divertido.