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Sábado, 6 de Mayo de 2.000
Desde Villafranca del Bierzo hasta O Cebreiro - 30 Kms.



Para algunos y, más seguramente, para algunas, la noche debió ser un verdadero infierno repleto de interminables ronquidos. Concretamente, la muchacha alemana, incapaz de soportarlo, decidió cambiarse a media noche junto con su saco de dormir a otra habitación.

Cuando Michel, despertado muy temprano por los ruidos de las suizas que ya se preparaban para partir, decidió aprovechar el momento en que salieron al servicio para bajar de su litera, se encontró con que la alemana regresaba,con cara de infinito sueño a su anterior litera.

La luz de la mañana terminaba de abrirse paso cuando ya casi todos se preparaban para salir.Como en tantas otras ocasiones, muy divertidos, comentaban los ronquidos que cada cual había escuchado. Ya desde hace mucho tiempo sabían por experiencia que probablemente los "elixires" o los "ballantines" o los "jackdaniels" nocturnos siempre les hacían roncar. Aunque Michel y Angel Rodriguez tenían la fama, días después comprobarían que Jesús, el otro Angel y Marino también lo hacían.

Mientras se preparaban, tanto las mujeres suizas como la muchacha alemana, sonreían divertidas, pues, aunque seguramente no entendían las palabras, debían imaginarse de qué estaban hablando los amigos.

A intervalos de pocos minutos fueron saliendo del refugio,primero las dos suizas, poco después la alemana, luego los cinco amigos.


Angel

Después de sellar las credenciales a la salida del refugio caminaron hasta el centro del pueblo buscando un lugar donde desayunar. Cuando comenzaron el camino, serían las 08:30 de la mañana.



Comienza el camino: Angel, Marino, Jesús y Angel

El día era espléndido. Acompañados por un brillante sol, los amigos, primero todos juntos, en larga hilera después, charlando en algunas ocasiones, ensimismados cada uno en sus pensamientos en otras, seguían el margen izquiero de la carretera nacional VI, repleta de obras impresionantes por la construcción de la nueva autopista. El terreno, repleto de curvas, con suaves ascensos y descensos, resultaba sencillo a pesar de la incomodidad de las cargadas mochilas. El río Varcalce, que durante muchos kilómetros les acompañaría, se veía caudaloso y sombrío debido al elevado número de grandes castaños, aún sin castañas, que le custodiaban en ambas márgenes. Angel Rodríguez, conocedor ya de aquellos parajes, aprovechó para comentarles que aquellas castañas son de las que se comen. Por su parte, Angel Herrero, que a veces llevaba un endemoniado ritmo probablemente ayudado por sus contínuos canturreos, no desperdició la ocasión para impartir una de sus interesantes teóricas sobre truchas y pesca.

Caminaban a un promedio de seis kilómetros a la hora, un kilómetro cada diez minutos. Michel, animado porque era el mismo promedio que él llevaba cuando, en su precaria preparación para el camino, había llegado algunos días hasta el pueblo segoviano de Torrecaballeros, calculaba mentalmente el tiempo que les faltaba para llegar a su objetivo. Pasado el pueblecito de Pereje, llegaron a Trabadelo, donde hicieron un alto para refrescarse en una de tantas fuentes que se encuentran en el camino. La sensación de libertad que sintieron al desprenderse por un momento de sus pesadas mochilas les hizo bromear sobre la conveniencia de buscar algún "sherpa" que, lógicamente bien pagado, se las llevara hasta O Cebreiro.


Fuente en Trabadelo: Michel y Jesús con su elegante sombrero de Yosemite

El pueblo,aunque perteneciente aún a la provincia de León, se asimila ya a los pueblecitos gallegos.


Trabadelo: Angel Rodríguez y Marino

Después de algunas fotos, refrescados, animados porque en sólo dos horas habían caminado doce kilómetros, continuaron contentos la marcha.

Siempre siguiendo el curso del río Varcalce, continuaron hasta La Portela donde, después de un nuevo refresco en la fuente, retomaron el camino y, dejando atrás los pueblecitos de Ambasmestas, Vega de Varcalce y Ruitelán, llegaron por fín a Las Herrerías, lugar donde, siguiendo siempre el "gps", nombre con el que graciosamente Jesús se refería al cuadernillo preparado por Angel Rodríguez y que contenía una exhaustiva planificación de todo el viaje,deberían detenerse para preparar la fuerte subida a O Cebreiro.

Después de unas ansiadas jarras de cerveza acompañadas por aceitunas, una completa I.T.V. (Inspección Técnica de Vehículos), donde algunos se dieron polvos de talco, otros linimentos deportivos y otros diferentes pomadas, después de una completa revisión de las posibles ampollas sobre todo en los pies, una vez descansados, emprendieron decididos la temida subida que tantas veces Angel Rodríguez les había comentado.


Las Herrerías: I.T.V.


Las Herrerías: Cervezas


Las Herrerías: Descanso

Angel Rodriguez no había exagerado en absoluto. El sendero comenzaba a empinarse de forma alarmante. El tremendo esfuerzo les obligaba a subir lentamente en silencio. Sudorosos se fueron separando hasta perderse por completo de vista. Jesús y Angel Herrero se habían adelantado mientras que Marino y Angel Rodríguez esperaban a Michel que, incapaz de seguirles, se quedaba poco a poco, hasta que decidió sentarse un rato en un tronco de árbol. Poco después, muy cansado pero decidido a continuar, encontraría a sus amigos esperándole en el pueblecito de La Faba, charlando animadamente con un matrimonio alrededor de, lo que le pareció, una maravillosa fuente.


La espera


Llegando a La Faba

Allí, después de saturarse de agua fresca, sabría que no fué al único al que le había entrado la famosa "pájara". Angel Herrero también había pasado lo suyo.

Aún faltaban cuatro kilómetros para O Cebreiro.

Repuestos unos más que otros, animados por la cercanía de la meta, deseosos algunos por concluir aquel martirio lo antes posible, retomaron de nuevo el camino que, desesperadamente, continuaba ascendiendo más y más.


Nuevo descanso

Después de otro largo kilómetro hicieron un nuevo alto en Laguna de Castilla, último pueblo antes de O Cebreiro.


Fuente en Laguna de Castilla
A Michel se le hinchan las manos

De nuevo Michel se quedó atrás. Sudoroso, veía alejarse a sus amigos sin prestarles demasiada atención. El paisaje era realmente hermoso. Aquellos verdes valles se perdían en su profundidad. Se veían mares de nubes que habían quedado encerradas entre las montañas. Aquellos horizontes le parecían impresionantes. Centrado en sus pensamientos, se sorprendió cuando dos mujeres y un hombre le saludaron sonriendo al tiempo que lentamente le adelantaban. Poco después sabría que eran canadienses.


Km. 165

Angel Rodríguez y Angel Herrero, junto a los canadienses,le esperaban en el kilómetro 165 que marca la frontera entre León y Galicia. Esos eran los kilómetros que faltaban hasta Santiago de Compostela.Michel, completamente agotado, sólo pudo al sentarse comentar un "too much" que hizo verdadera gracia a los canadienses.


Michel

Media hora después de continuar la caminata se unieron al resto del grupo que les esperaba ya en la entrada del pueblo. Eran las 16:00 horas. Por fín, habían llegado.

O Cebreiro: pueblo celta de granito a 1.300 m. de altitud.



Pazo celta en O Cebreiro


Bajada desde el refugio


Sin apenas descansar, sin ducharse, sin preparar sus sacos de dormir, probablemente debido al hambre que sentían, habían dejado rápidamente sus, ahora odiadas, mochilas en el elegante Refugio de la Xunta y, eufóricos, habían salido con ánimo de comer algo en el primer restaurante que encontraran.

Había poca gente. Mientras les preparaban unos sabrosos y ansiados caldos gallegos, al tiempo que tomaban algunas cervezas, comentaban las incidencias del día. Aunque el tiempo había sido espléndido, seguramente contratado, como siempre, por Miguel Angel Marqués, la etapa había sido realmente dura.

Contentos porque,siempre según Angel y Marino, habían superado lo más difícil del camino, bromeaban sobre quién sabía o no jugar al mus, quién había enseñado a quién y quienes jugarían una partida finalizada la comida.

El caldo resultó excelente, los huevos fritos con patatas, de lujo, los "elixires" y "ballantines", tan extraordinarios que no dudaron en repetir.

Mientras preparaban la partida, un simpático extranjero, que después resultó ser canadiense y amante acérrimo de París, se les había unido con intención de verles jugar. Invitado a un "elixir" que aceptó sin dudarlo, debió realmente gustarle porque no lo dejó en toda la tarde.

Mientras tanto, grandes nubarrones habían oscurecido el cielo con amenaza de tormenta. La luz íba y venía a su capricho, cuando comenzó a llover. Marino, feliz porque ya no sufrirían la lluvia aquel día en el camino, hizo un significativo "corte de mangas" hacia la ventana refiriéndose a la tormenta al tiempo que exclamaba: ¡¡¡ te jodes que ya no nos pillas !!! ...

Como respuesta al gesto de Marino, un potente relámpago acompañado por un impresionante trueno les dejó a todos boquiabiertos. El susto fue tremendo. La luz se apagó tardando un tiempo en volver. Pasado el susto, todos se volvieron divertidos hacia Marino quien se había quedado de una pieza. Angel le comentó que seguramente en los días siguientes les pillaría alguna de aquellas tormentas.

Decididos a jugar la partida se emparejaron Jesús y Michel contra los hermanos Angel y Marino. Andrews, el canadiense, se sentó con ánimo de observarles mientras continuaba dándole sin descanso al "elixir", acompañando a los jugadores.

Angel Rodríguez que, aunque no suele perder en el "extranjero" había cedido el puesto a los "expertos", después de las primeras manos se había ído al refugio a duchar. Cuando regresó, la partida había finalizado con victoria apabullante, acompañada de la logica alegría, de los hermanos Herrero, evidentemente porque Marino había "cogido muchísimo".

Mientras tanto, la noche se había cerrado seguramente ayudada por la gran tormenta. El mesón, antes vacío, se había llenado de peregrinos que, con intención de cenar algo, habían ocupado todas las mesas. La charla con Andrews, que negaba divertido su conocimiento del inglés aún sabiendo que nadie le creía, era interesante. Profesor de francés y español, deseaba regresar a Francia, sobre todo a París, ciudad a la que adoraba.

Mientras Jesús charlaba animadamente con Andrews, Michel entablaba una animada conversación con un grupo de canadienses. Por su parte, Angel y Marino charlaban animadamente, y Angel Rodríguez pedía un nuevo caldo gallego para la cena.

Mientras cenaban saludaron a la joven alemana que habían conocido esa misma mañana y que acababa de llegar, y conocieron a Loli y Saray, madre e hija provenientes de Vizcaya que, como ellos,tenían intención de hacer el camino aunque más despacio y que, amablemente y ante la falta de mesas, les habían invitado a la suya para cenar.

Después de un último "elixir", Angel,Marino y Jesús salieron hacia el albergue. Quizás por la oscuridad, quizás por el efecto del "elixir", bajaron directamente hacia el camino de Santiago en lugar de subir hacia el albergue, aunque no tardaron en darse cuenta y rectificar.

Poco después llegaban al albergue Angel Rodríguez y Michel que, entre risas sin motivo aparente pero seguramente también debido al famoso "elixir", intentaron entrar, dando fuertes empellones, por una puerta ya cerrada. Convencidos de la imposibilidad de abrir, sin dejar de reir aunque preocupados por no poder entrar, pensando que quizás deberían pasar la noche fuera, subieron hacia la entrada principal que, aunque sumida en una gran oscuridad, al menos se encontraba abierta.

Contentos por el hallazgo,riendo sin parar, haciendo muchísimo ruído, según comentaría después Jesús, bajaron una empinada y completamente oscura escalera, dándose de bruces con el dormitorio. La oscuridad era completa. Angel, tronchado de risa, después de subir con grandes esfuerzos a la litera superior que parecía que se vendría abajo por su peso, buscaba una linterna, mientras Michel intentaba, sin conseguirlo, encontrar su saco de dormir que estaba, evidentemente, dentro de su mochila.

Cuando Angel, por fín, logró encender su linterna Michel ya se había tirado literalmente en la litera y se había quedado profundamente dormido.

Serían las seis de la mañana cuando, incómodo por el frío, Michel se despertó, buscó en su mochila, abrió rápidamente el saco de dormir y se metió en él, quedándose de nuevo inmediatamente dormido ante la atenta mirada de "el pibe" que, sonriente, le observaba divertido.