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Mi Primer Camino


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Miércoles, 5 de Mayo de 2004
Etapa 0: Astorga


Aquella tarde Michel, después de arrancar con dificultad el coche debido a que tenía la batería completamente descargada, había subido a buscar a Primi que ya le esperaba nervioso y expectante. Al verle, había respirado tranquilo. Sin parar el motor temeroso de no poder arrancar de nuevo, después de saludar a su familia rechazando el café que le habían ofrecido, había cargado la mochila de Primi con sus 14 kilos mientras éste se despedía y, rápidamente, se habían dirigido a la Estación de Autobuses donde Ángel ya les esperaba mientras compraba los billetes.

Mientras Michel se marchaba de nuevo para aparcar su coche, Primi se había quedado en la Estación con ambas mochilas y con las dos cañas que les servirían de bastones y que según divertidos comentarios del propio Primi, “serían sus novias a lo largo del Camino, aunque este tío se ha pedido la buena, como hace siempre”.

Después de tomar un café con una amiga peregrina que dos años antes les había acompañado al Camino y a quien se le reflejaba algo de envidia en sus ojos pues este año no les acompañaría, habían salido bajo una tenue lluvia hacia Valladolid.

Eran las 17:10.

El autobús efectuaría paradas en casi todos los pueblos. Ángel, inquieto por el retraso que esto suponía había preguntado al conductor si llegarían a tiempo de tomar el que saldría a las 19:00 horas desde Valladolid hacia Astorga. No muy tranquilos por las afirmaciones del conductor habían planeado que nada más llegar a Valladolid, mientras Primi se dirigía rápidamente a la ventanilla para sacar los billetes, Ángel y Michel buscarían el autobús para Astorga e intentarían que esperara hasta tener los billetes correspondientes.

En la radio se escuchaba a Bruce Springsteen cuando a las 18:52 llegaron a Valladolid. La lluvia había cesado y parecía que el tiempo mejoraba.

Primi, según tenían planeado, se había dirigido veloz hacia las ventanillas de venta de billetes mientras los otros dos compañeros, cargados con las tres mochilas, se acercaban hasta el autobús que les llevaría a Astorga. Aún tuvieron tiempo suficiente para echar un cigarrillo.

Un sonriente conductor le había comentado a Michel que el Camino se debía hacer andando, no en autobuses. Michel había sonreído igualmente.

A las 19:05 el autobús había partido para Astorga. La presentación del conductor del autobús, Joaquín, les había sorprendido: “Bienvenidos al servicio de Alsa – León – Astorga. La duración del viaje será de dos horas y cuarto. Les deseamos un feliz trayecto”. Ángel había comentado la similitud de esta presentación con las que efectúan los comandantes de vuelo de los aviones.

Aunque el autobús efectuaba paradas en algunos pueblos donde la gente subía y bajaba, esto ya no les importaba. Ahora no tenían prisa. El tiempo había mejorado sensiblemente. Grandes extensiones verdes sembradas prometían buena cosecha este año. El tránsito de tráfico por la carretera era escaso. La lluvia continuaba intermitente mientras llegaban a Santa María del Páramo y poco después a La Bañeza. Allí, se habían quedado solos en el autobús, exceptuando al conductor.

Para poder escuchar la película que habían puesto en TV, “Cats & Dogs”, se necesitaban cascos, por lo que pronto se habían quedado adormecidos. Entretenidos con los problemas de Ángel con su calculadora del móvil, que sustituía esta vez a la que habitualmente lleva para sus viajes, poco a poco se habían aproximado a su destino.

A la llegada a Astorga (21:25) el propio conductor les había aconsejado quedarse en el Albergue Municipal pues intuía que los demás albergues estarían completos. Cuando bajaron del autobús llovía de nuevo.

Después de saludar a Pilar, Chus y Aurelio en el albergue quienes les acomodaron en una habitación vacía con 14 literas, habían salido a buscar un lugar donde cenar no sin antes informarse de la hora de cierre del albergue. Por si se retrasaban, les habían proporcionado una llave.

Las calles de Astorga se encontraban desiertas. Una suave lluvia había acompañado a los tres amigos a lo largo del recorrido desde el Albergue Municipal a través de la Iglesia de Santa Marta, Palacio Episcopal, Ayuntamiento, y Plaza Mayor con su Campana Maragata (según Primi parecida a la de Mayorga de Plasencia), mientras tomaban algunas fotos y buscaban un restaurante donde cenar.

El día había dado paso a una noche oscura y lluviosa aunque de agradable temperatura primaveral. Después de la cena, en la que habían probado “huevos a la matanza” y “callos maragatos” al tiempo que observaban por televisión cómo el Mónaco, gracias a un gol de Morientes, eliminaba al Chelsea de la Champions League, habían regresado al albergue con intención de descansar para, al día siguiente, comenzar la caminata que les llevaría hasta Rabanal del Camino, después de recorrer unos 22 kilómetros.

Ahora, tumbados en sus literas en una habitación con capacidad para 14 plazas y donde sólo ellos dormirían, con un frío que les obligaba a ajustarse bien el saco de dormir, meditaban adormecidos en los recientes acontecimientos.

Al día siguiente Primi comentaría que no había podido dormir bien sin saber si sería por el frío o por el nerviosismo de tratarse de su cuarto camino con sus dos etapas más que en los años anteriores.



Cena en Astorga