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Mi Primer Camino
(Rodrigo)


macardiel@terra.es



Jueves, 5 de Mayo de 2005
Etapa 1: DE ASTORGA A FONCEBADÓN

Inquietos por comenzar el Camino partimos a las 07:30 de la mañana. Mauri tenía "mono" de comenzar a pesar de que la etapa era de apenas 20 kilómetros. Yo, "no me lo podía creer". Más adelante Luis me comentaría, con razón, que por qué tanto madrugar. Y así nos fue. A esa hora no estaban ni las calles puestas, con lo que fue imposible desayunar.

Yo llevaba tarea, (me había esquematizado algunas de las asignaturas de las que pronto tendría que examinarme), así que comencé a estudiar mi primera lección mientras caminaba.

Tan ensimismado andaba con mis apuntes que me pasé el desvío de Castrillo de Polvazares, precioso pueblo maragato que ya el año pasado me encandiló.

Después de varios intentos infructuosos de llamar a Luis tuve que acelerar hasta que les dí alcance en el cruce de la carretera con el Camino, donde el pasado año esperamos a Michel, cuando se rezagó buscando su paraguas perdido.

Les pregunté si querían acercarse al pueblo, ya que merecía la pena y estaba solamente a 500 metros además de que íbamos sobrados de tiempo, pero fue que no, así que seguimos adelante, ¡¡¡ y sin desayunar todavía !!!.

Murias de Richivaldo

Después de una larga caminata llegamos al albergue privado de Murias de Richivaldo animados por la posibilidad de comer algo. Allí conocimos a Bibiana, peregrina catalana de Terrasa, que estaba accediendo a Internet. Tenía roja la nariz del sol de los 23 días que llevaba caminando desde Roncesvalles. Nos comentó que "de desayunar nada", pues ya se habian ido los hospitaleros del albergue. Nos despedimos con un “ya nos veremos” y continuamos nuestro Camino.

Primi y Mauri

De nuevo centrado en mis estudios llegamos a Santa Catalina. Eran las 10:30. Llevábamos 3 horas caminando y sin desayunar. Y todo por correr ... (parezco un novato).

Primer cambio de camiseta, aligerando la mochila. El camino se va llenando de peregrinos, seguramente algunos que el año pasado no pudieron venir en el año Xacobeo y otro que sí lo hicieron y quedaron “enganchados”.

Pronto llegamos al pueblecito de El Ganso y al mesón “COWBOY” donde, aunque parezca extraño, Ramiro me recuerda por haber accedido a esta página después de haberle entregado el pasado año nuestras tarjetas.

Marino ya empezaba a mostrar sus dolencias en los pies con lo que se quedó fuera haciéndose una I.T.V. Al salir Luis a preguntarle qué quería tomar, la respuesta fue contundente: “lo que tome Primi”. Allí estaba, con los pies blancos a causa de los polvos de talco que se había echado, charlando con algunos peregrinos que iban llegando (un madrileño que había hecho la carrera de veterinaria junto a otro de Valencia, a los que iríamos viendo después a lo largo del Camino.

Sin tener noticias de Michel, decidimos caminar el último trayecto de la etapa. Cuando consideré que ya me habia estudiado suficientemente el primer capítulo de Política Economica, decidí tirarlo y dejarlo hasta mañana. Pronto llegué a Rabanal del Camino. Mauri esperaba sentado tomando una botella de agua. Allí esperamos a Marino y a Luis que venían rezagados. Marino, debido a sus doloridos pies y Luis, por problemas musculares que ya traía cuando comenzó el Camino y por eso no quería forzar la marcha.

Marino

Luis

Decidimos recorrer los 400 metros que nos separaban del restaurante para comer, aunque primero sellamos en el albergue. Un par de mujeres lavaban ropa en aquella extraña máquina de lavar que vimos el pasado año. Cuando les insinué si podrían lavarme mi camiseta, no dijeron ni que sí ni que no pero, al menos, la negociación había comenzado para próximas ocasiones. Así conocimos a Marina, chiquilla procedente de Brasil aunque residente en Valencia.

Ya en el restaurante (no fue posible comer el famoso cocido maragato), después de unos "elixires", y debido a lo temprano de la hora, decidimos continuar hasta Foncebadón, saltándonos así el programa de nuestro GPS. (Angel debería replantearse esta etapa para los próximos años). Después de una pequeña I.T.V. en la que nos untamos una sustancia "milagrosa", según Luis, llamada "adovera", que llevaba en una pequeña botella, continuamos el Camino

La ascensión del Monte Irago hacia Foncebadón, por la tarde, se hacía como que pesada, aunque imagino que si fuera por la mañana tambien lo sería. El casi abandonado pueblo de Focebadón estaba en obras debido a que están llevando el agua mediante tuberías.

Foncebadón: Marino y Primi

Entramos en el Convento de Foncebadón, antigua hospedería para peregrinos, con intención de albergarnos allí (aún era yo el guía, dada mi experiencia, y sobre todo a falta de los expertos que esperaba con vehemencia que se nos unieran pronto), sin embargo, el Convento de Foncebadón había quitado la hospedería quedándose solo como hotel. Tomamos una caña y nos fuímos a ver el antiguo albergue de la Iglesia.

Interior de la Iglesia de Foncebadón

Nos recibió Pepe, un andaluz de Jaen que parecía sacerdote. No había literas libres en el albergue así que nos abrió la Iglesia para poder pernoctar en ella, avisándonos que a las 20:00 había misa para los peregrinos y a las 20:30 la cena por la voluntad.

Entramos en la pequeña iglesia con 6 bancos, un altar sencillo y una pequeña estufa eléctrica que inmediatamente encendimos pues hacía frio en el local. Corrimos los bancos para preparar espacio para las colchonetas hasta que nos dimos cuenta que habría misa poco después, por lo que volvimos a colocarlos como estaban.

Colchonetas en la iglesia

La ducha en este albergue, sin comentarios, el agua fría, muy fría ...

Exceptuando a Mauri, que se quedó en el albergue, los demás decidimos tomar algo en el Convento de Foncebadón. Marino, Luis y yo echamos unas cartas para matar el tiempo y jugarnos las cervezas. En esto, Marino tomo una salomónica decisión: él se trasladaba al hotel a dormir pasando del ambiente frío de la Iglesia, de dormir en el suelo y de los probables ronquidos. De la partida, no comentaré quién ganó sino quién pagó que, bueno, entiendo que lo uniría a los gastos de la habitación del hotel.

Después de un bocata y un café, mientras Marino se quedaba en su lujosa habitación del Convento, Luis y yo partimos de nuevo al albergue hacia las 22:30 horas. La noche que pasamos fue muy fría pero, al menos, sin ruidos. Al día siguiente nos comentarían que en el albergue teníamos mantas. “A buenas horas, mangas verdes”.

Ya había tenido contactos con Michel, que se encontraba en Astorga y que no sabía si seguir hasta Ponferrada, hasta Rabanal, o hasta donde pudiera llegar. Después sabríamos que había dormido en el Convento de Foncebadón, en la misma habitación que Marino. Debido al problema de cobertura de móviles no pudimos entendernos.

Esa misma tarde, a las 17:00 horas, Michel había tomado el autobús que le llevaría a Valladolid con intención de tomar después el de Astorga. A las 19:10, subido ya en el de Astorga, pensaba en las posibilidades de contactar hoy mismo con nosotros. A las 21:45, desde Astorga, había intentado tomar el próximo autobús para Rabanal del Camino, pero ya no había hasta el día siguiente. Tampoco había para Molinaseca ni para Ponferrada.

Después de llamarme por el móvil, sabiendo ahora que nos encontramos en Foncebadón, ha preguntado a un taxista si podría llevarle y cuánto le costaría. 24 Euros. El taxista ha tardado escasamente 25 minutos en llegar hasta el pueblo, en mitad de la subida del Monte Irago. Michel observaba, a lo largo del trayecto y desde una perspectiva completamente distinta, Murias de Richivaldo, Santa Catalina, El Ganso y Rabanal del Camino, hasta llegar a Foncebadón. Tiempo después comentaría que "las etapas en taxi son una pasada".

A las 22:20, cuando el taxi le deja en Foncebadón, entra directamente en nuestra búsqueda en el "Convento de Foncebadón", bar, restaurante, albergue, hostal, y ahora hotel, ya conocido de otros años. José, está entretenido haciendo la limpieza del restaurante. Pronto le informa que los peregrinos segovianos se han retirado a dormir. Tres en las colchonetas de la Iglesia y uno, Marino, en una habitación con dos camas, allí mismo. Decide quedarse con Marino mientras José le avisa por teléfono de su llegada.

Mientras le prepara un buen chuletón con patatas se pilla el dedo índice al abrir la mochila para sacar el libro que lleva donde se relata la historia de nuestro Camino del año pasado y que quiere enseñar a José. ¡¡¡ Pues empezamos bien !!!, piensa, mientras procura detener la abundante sangre mediante una gran tirita.

Cena en "El Convento de Foncebadón"

Durante la cena charlan animadamente sobre los nuevos albergues, generalmente abiertos sin permiso oficial, y sobre su posible cierre por las autoridades.

También le comenta José que están llevando el agua al pueblo, por lo que se encuentra actualmente abierto por grandes zanjas en las calles encharcadas de lodo debido a las últimas lluvias. El agua puede dar vida de nuevo a esta preciosa población actualmente desierta y casi abandonada.

Foncebadón, último pueblo maragato, es hoy un cúmulo de casas desvencijadas y una Iglesia, hasta hace poco en ruinas, en la ladera del Monte Irago. José se ofrece a informarle documentadamente sobre la historia de este pueblo que en su día, en el siglo X, fue sede de un Concilio, por lo que se convirtió en uno de los lugares más famosos de la ruta en el medievo.

José

A las 24:00 horas, finalizada la excelente cena, ha subido a la habitación donde Marino se encontraba ya en la cama, aunque aún despierto. Antes de conciliar el sueño piensa, admirado, en las enormes comodidades que, como los autobuses, el taxi, la exquisita cena que acaba de disfrutar, o la buena habitación donde está acogido, dispone el hombre en estos tiempos modernos. Es innegable la inteligencia del ser humano. De cualquier forma, está convencido de que el Camino, en taxi, no sería lo mismo.