UN CAMINO DIFERENTE
Por José María
1.- Introducción
Uno
de los deportes que practico, no el favorito, pero del que también disfruto
durante la primavera y el verano, es el ciclismo de montaña. Josemi, compañero
de ruta en bastantes fines de semana, me había hablado en alguna ocasión de un
nebuloso proyecto de hacer el camino en bicicleta, si alguna vez decidía
ponerse en condiciones para ello, perdiendo unos cuantos kilos y comprando una
bicicleta nueva; desde el primer momento le manifesté mi intención de
acompañarle si decidía hacer realidad el proyecto. La ocasión se presentó este
año de la mano de su amigo Fernando – joven y deportista de mountain–bike de
primer nivel – que, desde hace algún tiempo, ya tenía decidido marchar en
bicicleta desde Sevilla hasta Santiago de Compostela, durante la primera semana
de junio, y que le venía animando a incorporarse a la marcha en algún punto del
trayecto. Cumplidos los requerimientos necesarios, Fernando inició su andadura
en Sevilla el día 31 de mayo, Josemi se le unió el día 6 de junio en Salamanca
y yo lo hice al día siguiente, domingo 7, en Zamora. La narración que sigue
sobre esta experiencia se refiere al trayecto que hicimos conjuntamente desde
la última ciudad citada.
Fernando, con su novia y su hermana, ante el pórtico de
la catedral de Sevilla, antes de reiniciar el camino
Josemi se une a Fernando en la plaza mayor de Salamanca
2.-
El Camino Sanabrés de la vía de la plata
Para
situar el escenario de nuestra aventura, diré que ésta transcurrió, casi en su
totalidad, por el denominado camino sanabrés de la vía de la plata. Por lo que me he informado, la Vía de la Plata es una antigua vía de comunicación
romana que atraviesa, de sur a norte, parte del oeste de España, desde Mérida
hasta Astorga. A partir de este hecho cierto, se han creado rutas, a las que se
les ha denominado de la plata, que, partiendo de Sevilla, finalizan en Gijón o
en el propio Santiago de Compostela, hecho que ha sido y sigue siendo motivo de
polémica, por cuando vienen a adulterar lo que podríamos llamar la denominación
de origen de la vía.
Pero, polémicas
aparte, lo cierto es que la vía de la Plata pasa por Zamora y desde allí continúa
hasta Astorga pasando por Benavente y, un poco antes, por un pueblecito llamado Granja
de Moreruela. Pues bien, en este pequeño pueblo, de unos 300 habitantes, se
inicia el Camino de Santiago Sanabrés, también denominado mozárabe, que
conducía hacia la tumba del apóstol de la mano de la vía de la plata y que
también servía de ruta para las romerías y peregrinaciones hacia diversos
monasterios que surgieron tras la repoblación mozárabe en la provincia de
Zamora. Más información sobre este camino la puedes encontrar en la siguiente
web:
http://caminodesantiago.consumer.es/los-caminos-de-santiago/sanabres/
En casi todos los
pueblos que atraviesa el camino por la provincia de Zamora, se pueden encontrar
lápidas con textos alusivos al mismo, de contenido religioso, moral o humanístico,
instaladas por la Fundación Ramos Castro.
Plano del tramo del camino sanabrés que transcurre por la provincia de Zamora
Lápida instalada por la Fundación Ramos Castro en
la Localidad de San Salvador de Palazuelo
Este
camino, al igual que el francés, esta muy bien señalizado – sólo para
peregrinos de a pie - , cuenta con una aceptable infraestructura de albergues y
transcurre por parajes naturales de gran belleza. El número de peregrinos que
lo transita es muy inferior al del francés por lo que no hay problema de
alojamiento en los albergues. En mi opinión, es un camino con bastante futuro.
3.- Etapa prólogo
Permítaseme
la licencia, un poco atrevida, de explicar en este punto la preparación previa
que llevé a cabo, entre los días 6 y 13 de mayo, haciendo a pie parte del
camino francés, entre Astorga y Melide - sólo 208 kilómetros - junto al grupo de peregrinos segovianos Angel, Primi, Paco, Luis Martín y Luis
Barrio. Yo creo que alguno de los compañeros de viaje que completaron el camino
hasta Santiago y se permitieron además una excursión en taxi a Finisterre,
escribirá la crónica correspondiente, por lo que me voy a limitar a hacer algunas
observaciones o contar alguna anécdota menor.
Por
lo que a mi se refiere, las tres primeras etapas, entre Astorga y Villafranca
del Bierzo me permitieron completar el tramo del camino Francés que me faltaba
por andar, conociendo así lugares tan emblemáticos como Foncebadón y La Cruz de
Hierro o poblaciones tan bellas como Molinaseca.
Las
principales novedades del camino 2009 fueron la ausencia de Michel, a quien echamos de menos, y la presencia de Jesús quien, ansioso de vivir la
experiencia, se acondicionó una señora furgoneta, con colchón de 1,50 y sofá de
tres plazas incluidos, y nos acompañó a lo largo del trayecto ocupándose con el
mejor empeño, en los ratos libres - en los ocupados gestionaba sus negocios a
golpe de teléfono y ordenador portátil - de la logística propia de estos casos,
tales como localización de buenos alojamientos, mejores restaurantes, traslado
de lesionados, alivio del peso de la mochila en los casos de fatiga severa, etc.
Desgraciadamente,
las lesiones tuvieron su protagonismo. A Luis Barrio un lumbago lo dejó literalmente
tumbado en Molinaseca, tras recorrer solo 45 kilómetros, ofreciéndosele a Jesús la primera ocasión de ayudar al peregrino cosa que hizo
trasladándolo a Ponferrada, donde tomaría el autobús de regreso a casa. Otro
que pasó un par de días malos fue Paco que sufrió una hinchazón de pies tan
respetable, que no le permitía utilizar calzado de marcha. Anduvo un poco torpe
en el remedio, pues, atribuyéndolo a un ataque de gota, tardó 24 horas en
probar con ibuprofeno, medicamento que inmediatamente comenzó a surtir efecto.
Gracias a la furgoneta de Jesús pudo seguir acompañándonos mientras duró la
hinchazón y reanudar el camino cuando ésta se redujo. Y es que los años no
perdonan, como me dijo Máximo, cuando le conté estos pequeños problemas. Menos
justificable me pareció la utilización (escasa ciertamente) de la furgoneta por
algún otro peregrino – no voy a dar nombres para no liarla – pretextando males
menores. A mi me tocó visitar dos establecimientos sanitarios por culpa de un
quiste en la mejilla sin otros efectos destacables que los estéticos derivados
del apósito que tuve que utilizar durante los tres últimos días.
Y,
como el resto de los años, disfrutamos de buenas compañías (mención especial
quiero hacer de la alemana Sabine que cambió durante un mes las rutas
transoceánicas a bordo de los aviones de Lufthansa por los agrestes senderos
del camino), redujimos adecuadamente los stocks de cerveza de los bares en
ruta, y algunos incluso perdimos todas las partidas de mus que jugamos, lo que
no deja de constituir otro record.
Paco acomodado en la furgoneta de Jesús a la salida de O Cebreiro
La alemana Sabine con el autor de este reportaje
4.- Primera etapa.- Domingo 7 de junio: De Zamora a Tábara (67,8 km)
A
las once de la mañana, en la puerta de la catedral de Zamora me uno a mis
compañeros de viaje quienes, a esas horas, ya llevaban recorridos 32 kilómetros desde la localidad de El Cubo del Vino. Tras desayunar – o almorzar como lo llaman por
las tierras de Segovia – a la salida de la ciudad, seguimos ruta, a buena
marcha, por caminos de tierra llanos y fáciles haciendo una primera parada,
para reponer líquidos, en la localidad de Montamarta (km. 19,7), yendo a
descansar, sin pretenderlo, al lado de un pequeño monumento al zangarrón,
personaje protagonista de unas de las más ancestrales y populares fiestas
tradicionales castellanas.
Josemi, Chema y el madrileño Donato – nos acompañó algunos días - ante
el monumento a Zangarrón
Continuamos
camino con un paisaje típico del páramo castellano, llano y poco arbolado,
pero que, no tardando, empieza a transformarse con novedades tan interesantes
como el embalse se Ricobayo, construido durante la dictadura de Primo de Ribera,
o las ruinas de Castrotorafe, - declaradas monumento nacional - , vestigio de
lo que, en la edad media, llegó a ser una de las más importantes villas zamoranas
debido a su enclave de gran valor estratégico al poseer un puente sobre el río
Esla, nexo de unión en la época entre Castilla y Galicia.
Son
ya las tres de la tarde cuando llegamos a Granja de Moreruela (km. 42,7), punto
de inicio del camino sanabrés. Comemos el menú del peregrino en un establecimiento
que, además de bar restaurante, tiene albergue privado, dos de cuyas literas
sirven a Fernando y Josemi para dormir una señora siesta, mientras yo veo la
final del torneo de tenis de Roland Garrós.
Debidamente
recuperados, la marcha vespertina continúa tranquila hasta llegar a un enclave,
tras cruzar un puente sobre el río Esla, donde las marcas del camino dirigen al
peregrino por un camino intransitable para ciclistas. Paramos a un automovilista
quien nos informa de la imposibilidad de transitar el camino en bici. Fernando,
enemigo acérrimo del asfalto, no se convence de ello hasta no hacer una
exploración de no menos de 300 metros. La decisión final de continuar por la
carretera provincial ZA-123, para hacer los 21 kilómetros que nos faltaban hasta el punto de destino, resultó totalmente acertada, porque enseguida
la amenaza de lluvia se hizo realidad y hubo que reparar, bajo la misma, un
pinchazo de Josemi – el tercero desde que comenzó el camino el día anterior en
Salamanca -.
Ya
en Tábara (km.67,8), nos alojamos en el albergue, ubicado en las afueras y bastante
decente, y, una vez duchados, nos dirigimos al centro del pueblo y damos cuenta
de una cena abundante en el restaurante de una casa rural. En el paseo por la
localidad, de unos mil habitantes, bajo una lluvia suave, nos encontramos –
otra sorpresa – con un monumento a León Felipe, poeta español de la generación
del 27, nacido en dicho pueblo en 1884, y muerto en el exilio de México en 1968.
En recuerdo de este gran poeta reproduzco aquí uno de sus poemas:
Luz……
Cuando mis lágrimas te alcancen
La función de mis ojos
Ya no será llorar,
Sino ver.
Monumento a León Felipe en la localidad zamorana de Tábara
5.- Segunda etapa.- Lunes 8 de junio: De Tábara a Mombuey (59,5 km)
El
día amanece con lluvia suave y persistente y no tenemos más remedio que iniciar
la marcha bajo la misma. El camino es bueno salvo en un tramo con firme de
arcilla, que, con la lluvia, se convierte en un barrizal tan pegajoso que hace
imposible el pedaleo, al dejar atascadas las ruedas. Una parte de dicho tramo
es cuesta arriba y no queda más remedio que arrastrar las bicicletas. Afortunadamente,
el firme vuelve a mejorar y las nubes van diluyéndose poco a poco, de forma que
al llegar a Santa Croya de Tera ( km.21,7) ya ha dejado de llover. Pero pasado
el pueblo vienen nuevas dificultades - nuevo pinchazo de Josemi y rotura de
cadena de Fernando – que son superadas rápidamente, ya bajo el sol, por la destreza
de Fernando como mecánico.
Fernando y Josemi reparan el cuarto pinchazo de éste desde que empezó el
camino
Unas
pocas pedaladas más y llegamos a Santa Marta de Tera (km. 23,2) - donde se esta
celebrando un mercadillo -, hacemos acopio de bebida en la primera tienda que
encontramos, y buscamos un bar para almorzar. La dueña del establecimiento nos
dice que no puede ofrecernos nada para comer, sino sólo bebidas y nos sugiere
que retornemos a la tienda para comprar lo que necesitemos, de lo que se ocupa
Josemi; al poco de regresar éste con una barra de pan y dos piezas de chorizo,
comienzan a entrar clientes en el bar y la dueña, ante nuestro asombro, saca
una fuente con una enorme y humeante tortilla de patatas y otras dos mas de
pinchos variados. Fuimos comprensivos con la hostelera quien, sin duda, al
vernos entrar adivinó en nuestras caras el riesgo de que termináramos con las viandas
que amorosamente había preparado para sus clientes habituales que al fin y al
cabo son quienes le mantienen el negocio y no tres peregrinos muertos de hambre
que vaya usted a saber qué carajo se les había perdido por allí.
Del
pueblo de Santa Marta de Tera conviene decir que en la portada de la Iglesia de
Santa María está situada la figura más antigua conocida de Santiago con
indumentaria de peregrino, del siglo XII, que se ha convertido en el símbolo
del camino sanabrés: lleva un zurrón decorado con una concha y un cayado en la
mano derecha mientras su mano izquierda exhibe la palma a modo de saludo.
Estatua de Santiago peregrino en Santa Marta de Tera
Terminado
el almuerzo, limpiamos a fondo el barro de las bicicletas y continuamos el
camino por la vega del río Tera, con trazado llano y entre arbolado, sin
apenas dificultades hasta llegar al embalse de Nuestra Señora de Argavanzal,
donde se estrecha entre una vegetación espesa, viéndonos obligados Josemi y yo
a bajarnos de la bicis y arrastrarlas a lo largo de un tramo de aproximadamente
medio kilómetro.
Josemi y Fernando junto al pantano de Argavanzal
Hacemos la comida en Rionegro del Puente (km. 50,1), la reposamos y continuamos
marcha hasta el final de etapa en Mombuey. Los 9,4 kilómetros que nos restan se nos hacen eternos y durísimos debido al fuerte viento frontal que sopla.
Llegados al pueblo, vemos peligrar el descanso nocturno pues el único hotel
abierto está completo y el albergue municipal carece de literas por haber sido
utilizado como lugar de votación en las elecciones al parlamento europeo
celebradas el día anterior. Dispuestos a dormir en el suelo, nos instalamos en
el mismo, compramos y deglutimos unas ligeras viandas como merienda, nos
aseamos y nos encomendamos a la autoridad municipal que, afortunadamente, a eso
de las ocho de la tarde hizo acto de presencia por medio del teniente de
alcalde y dos vecinos quienes retiraron la cabina para el voto secreto y
trajeron e instalaron las literas retiradas dos días antes. El albergue de
Mombuey se ha habilitado acondicionando una antigua y pequeña casa de piedra
y resulta acogedor y además limpio gracias, sin duda al buen trabajo y consejos
de la encargada de la limpieza, Angelines.
Mensaje de Angelines a los peregrinos en el albergue de Mombuey
De
la población de Mombuey , de poco más de 400 habitantes, merece destacarse la
Iglesia parroquial que, por la singularidad de su torre, está declarada
monumento nacional
6.- Tercera etapa.- martes 9 de junio: De Mombuey a Lubián (61Km)
El
trayecto hasta Puebla de Sanabria, la localidad más relevante de la etapa del
día, resulta agradable, bajo un cielo gris, con una temperatura templada y un
paisaje natural rico en vegetación, y sólo un nuevo pinchazo de Josemi enturbia
el recorrido de los primeros 31,5 kilómetros. Ya habíamos llegado a la conclusión de que a su flamante nueva bicicleta le habían encasquetado cubiertas de todo a
cien, así que la primera tarea al llegar a Puebla fue comprar nuevas cubiertas,
y, tras tomar un ligero almuerzo, sustituir las antiguas, tarea que nos costó
algunos kilómetros de propina al tener que buscar una gasolinera con compresor.
Continuamos
pedaleando por el camino hasta uno poco antes de Requejo de Sanabria (km.42,9),
donde Josemi y yo nos separamos de Fernando para subir el puerto del Padornelo
por la carretera nacional 525. La ascensión de los aproximadamente 11,5 kilómetros del puerto no se hace dura en absoluto pues la pendiente es suave, el firme de la
carretera bueno y apenas hay tráfico ya que casi todo transcurre por la paralela A-52.
Superado
el puerto, tomamos la carretera provincial ZA-106 que, en sólo 6,5 kilómetros nos conduce a nuestra meta del día, Lubián, pequeña localidad lindante ya con la
provincia de Orense, de indudable interés por el núcleo urbano con
construcciones de piedra, el entorno paisajístico y peculiaridades
arquitectónicas tan notables – que no pudimos visitar - como el castro
prerromano de las Muradellas y el cortello de los lobos. Apenas nos hemos
instalado en el albergue comienza a llover y pasamos el resto de la tarde
tomando unas cervezas en el único bar del pueblo mientras contemplamos, a
medias, el partido de fútbol amistoso entre España y Azerbaiyán. Poco antes del
las ocho, hora a la que tenía anunciada su visita la hospitalera, nos
aprovisionamos de viandas - con fabada como componente principal - en una
tienda y regresamos al albergue por la desierta calle principal del pueblo
bajo una lluvia persistente.
Cuando
llegamos, la hospitalera, acompañada de su marido, ya estaba presta a marcharse,
pero al vernos se queda a charlar un rato con nosotros – el resto de los
peregrinos son todos extranjeros, alemanes en su mayoría - , dándonos consejos
útiles para la etapa del día siguiente. Antes y después de cenar en el espacio
habilitado para ello en el albergue – la mitad de la planta baja estando la
otra mitad ocupada por literas - tuvimos ocasión de comprobar el peculiar
carácter de un peregrino alemán: antes, por resistirse a prestarnos una silla
que tenía ocupada para colocar su ropa, y que nosotros necesitábamos para
sentarnos, por entender que ya era pasada la hora de la cena; y nada más de
terminar recordándonos que debíamos limpiar la mesa y fregar los utensilios de
cocina. Nos tragamos nuestro orgullo ante su impertinencia, que tampoco gustó a
algún compañero de su nacionalidad, y tuvimos la fiesta en paz; dejamos todo limpio
como una patena y, todavía con luz del día, y bajo el arrullo de los ronquidos
en el interior y el suave murmullo de la lluvia en el exterior nos dirigimos a
nuestras literas e intentamos conciliar el sueño.
7.-
Cuarta etapa.- miércoles 19 de junio: De Lubián a A Gudiña (27 km)
Amanece
el día lloviendo con suavidad, pero no hace viento y la temperatura parece
suave. Nos toca subir, el puerto de la Canda y lo hacemos Josemi y yo,
siguiendo el consejo del marido de la hospitalera, por la carretera provincial
Za-106, cuya pendiente suave y el paso por los pequeños pueblos de Chanos y la
Herradas compensa los dos o tres kilómetros de más respecto da la carretera
nacional. La subida se nos hace fácil y llevadera pero a poco de iniciar el
descenso cambia el panorama. Arrecia la lluvia, el viento golpea de cara y el
frío empieza a aterirnos las manos. Nos quedan aproximadamente doce kilómetros para
llegar a A Gudiña, donde habíamos quedado con Fernando, cuando Josemi me dice que
no puede más y que se va a parar en el primer bar de carretera que encuentre.
No consigo convencerle de que no merece la pena recuperarse un poco para luego
volver a lo mismo.
En
el cruce con una carretera que conduce a Portugal, Josemi se para y yo continúo
camino de A Gudiña, a donde llego completamente calado y sin apenas sentir las
manos por el intenso frío. Localizo un bar donde intento recuperarme a base de
un café bien caliente y cargado de coñac, mientras espero la llegada de mis
compañeros. Lo hacen al cabo de tres cuartos de hora Josemi y una hora y media
Fernando quien llega ligeramente tocado, pues a las inclemencias del tiempo
debió añadir la dureza de su particular camino. Ya repuestos deliberamos
sobre lo que procede hacer: parece que por la tarde mejorará el tiempo así que
intentamos reservar alojamiento en Campobecerros, 20 kilómetros más adelante, pero no tenemos éxito y no nos queda otra alternativa que quedarnos en el
pueblo.
A
Gudiña es una población de poco más de 1500 habitantes, de interesante arquitectura
popular a base de granito, por cuyo centro transcurre la nacional-525. Hasta la construcción
de la autovía A-52 tuvo bastante vitalidad por ser el núcleo de población más importante entre Puebla de Sanabria y Verín, y todavía
dispone de una oferta abundante de servicios: hoteles, tiendas, restaurantes,
gasolineras, etc. Elegimos el hotel que nos aconsejaron en el bar de llegada,
nos instalamos, duchamos, ponemos la ropa a secar – el establecimiento tuvo el
detalle de encender la calefacción para contribuir al objetivo - y retornamos
al bar donde comimos una buena ración de pulpo elaborada en una de las varias
pulperías ambulantes que aquél día se instalaron en la calle principal del
pueblo.
Calle de A Gudiña
Siesta
y paseo por la tarde para hacer méritos para degustar por la noche un chuletón
de ternera en el restaurante “El Churrasco de Oro” que nos habían recomendado
encarecidamente: “Vienen expresamente de Madrid a comer aquí” nos dijeron. Si
no lo vemos, no lo creemos: excelente calidad de carne cortada según el peso elegido
por el cliente, asada en una barbacoa situada en el centro del establecimiento,
vino de crianza casi a precio de coste, postres igualmente baratos y todo ello
servido por una simpática camarera portuguesa (compruebe el lector en la foto
adjunta si también es guapa). Tan a gusto estábamos que nos quedamos allí a
tomar una copa. Al pagar no salíamos de nuestro asombro. Entre los tres más o
menos lo que pagaría una persona por una comida similar en un restaurante de
nivel en Segovia. Me creo que vaya gente de Madrid a comer expresamente en este
restaurante que, a pesar de ser un miércoles, se encontraba bastante
concurrido, en buena parte por hombres jóvenes, solos o en pareja, sin duda,
camioneros que conocen los sitios donde merece la pena parar.
Fernando y Josemi satisfechos por la comida y la compañía de
la camarera portuguesa de “El churrasco de oro”
8.- Quinta etapa.- jueves 11 de junio: de A Gudiña a Ourense (89,3 km.)
Mereció
la pena quedarse en A Gudiña el día anterior y no solo por la cena comentada
sino por el tiempo y los paisajes de que pudimos disfrutar en este. Amaneció
ya soleado, con algunas nubes bajas y tenues que rápidamente se fueron
diluyendo. Aprovechando que al lado del hotel había una gasolinera con lavado a
presión dejamos las bicicletas relucientes y bien engrasadas en consonancia con
el día que se presentaba. La mañana estaba fresca pero enseguida pudimos
desprendernos de las prendas de abrigo con que iniciamos el viaje.
El
paisaje por el que transcurre el camino en estas tierras de Orense es magnífico,
especialmente en el tramo que va desde las localidades de Campobecerros (km.
19,8) a Laza (km. 34,2), con vistas espectaculares a los Montes de
Invernadoiro, el embalse das Portas y las Sierras de Queixa y San Mamede. En
algunos tramos de bajada tuve que aminorar fuertemente la marcha porque los
precipicios que se iniciaban al borde del camino me producían una sensación del
vértigo que tenía que ir dominando. Desde la etapa del camino francés entre
Saint Jean Pied de Port y Roncesvalles, no recordaba yo paisajes del camino tan
bellos.
Josemi y Chema con el embalse das Portas al fondo
En
Laza, Josemi y yo debemos de nuevo abandonar el camino y tomar la carretera
provincial OU-113 que lleva, por un larguísimo puerto, hasta la pequeña
localidad de La Albeguería (km. 46,2), donde Josemi, por llegar completamente
deshidratado, según su propia expresión, casi agota las existencia de Aquarius
del único bar de la localidad además de secar la fuente pública. Cuando llega,
Fernando, decidimos continuar antes de comer hasta Villar Do Barrio (km.53,4).
Dada la paliza que llevamos encima Josemi y yo decidimos, aunque es cuesta
abajo, seguir por la carretera provincial mencionada. Comemos en Villar do Barrio
y descansamos, Fernando con siesta incluida, en un pequeño parque en el centro
del pueblo.
Fernando duerme la siesta en un parque de Villar do Barrio
Aproximadamente
a las cinco, continuamos, los tres por el camino, a ratos con buen firme y otros,
por sendas angostas y con pendiente pronunciada, rumbo a Xunqueira de Ambía
(km. 67), donde volvemos a separarnos para hacer Josemi y yo, por carretera,
los 22,3 km que restan hasta Ourense. Son aproximadamente las 20,30 cuando
llegamos y aun nos queda esperar, tomando unas cervezas, casi una hora hasta
que lo hace Fernando. La paliza acumulada durante el día es apañada por lo que
nos alojamos en un hotel en el Centro de Orense y son ya casi las once de la
noche cuando salimos a cenar de vinos y tapas por el barrio antiguo de la
ciudad que ofrece un aspecto envidiable por la belleza de sus calles peatonales
y monumentos y la enorme cantidad de gente que llena los bares y sus terrazas.
Con un coste algo mayor que el día anterior, también nos habíamos quedado a
gusto cuando decidimos regresar al hotel a descansar.
Fernando y Josemi entre Villar do Barrio y Xunqueira
No
voy a cerrar la crónica de este día sin citar la calidad de dos modernos
albergues – que visitamos sin alojarnos - construidos en las localidades de
Laza y Xunqueira de Ambía, de diseño moderno y con amplios espacios para
servicios comunes (cocinas, sala de descanso o lectura, patio interior, guardabicicletas,
establo para caballerías…). Algún día todos los albergues del camino serán así.
9.- Sexta etapa.- Viernes 12 de junio: De Ourense a A Laxe (60,1 km.)
Tras
abandonar el casco urbano de Orense, el camino inicia una fortísima pendiente
que dura hasta el kilómetro 12,7. Hay un tramo especialmente duro – no sabría
decir de cuantos kilómetros, pero se me hizo eterno - que, aunque asfaltado,
tengo que subir a pié arrastrando la bicicleta. Tras de mi Josemi optó por esta fórmula bastante antes que yo. Por este tramo nos acompaña un rosario de
ciclistas portugueses de distintas edades, de los que los mas mayores también
tienen que subir a pié. En lo alto de puerto el grupo jalea con bravos y vivas
a los peregrinos que vamos coronando.
Todavía
nos quedan 10 kilómetros, por caminos angostos en su mayor parte, para llegar a
Cea (km. 22,5), donde Josemi y yo decidimos que, por este año, se acabaron los
caminos de cabras – perdón de peregrinos – y continuamos ruta por la N-525, en
esta zona ya con bastante tráfico y en continua subida hasta el Alto de Santo
Domingo, donde tuvimos una amena – que no excelente - comida acompañados de
tres ciclistas sevillanos, que hacían la ruta del camino completa desde
Sevilla y con los que ya habíamos coincidido en diversos puntos.
Tras
la comida sólo nos restaban 14 kilómetros, todos cuesta abajo para llegar, a las 17,30 aproximadamente, a A Laxe, pequeña localidad perteneciente al concello de
Lalín donde se ha construido un moderno albergue en el que encontramos
alojamiento. Desde allí llamamos a Fernando para informarle del lugar donde
habíamos decidido pasar la noche y nos indicó de que se había perdido y que no
tardaría menos de dos horas en llegar.
Al
entrar en el albergue por una puerta abierta en un muro de piedra de pizarra,
que en nada preludia el contenido interior, el peregrino se queda impactado por
las alturas, los espacios libres, las vigas de madera y los amplios ventanales.
Victoria, la señora encargada del mismo lo nota enseguida y le informa de que
el edificio ha recibido un premio de arquitectura. Buscando en Internet he
encontrado, en la Voz de Galicia del 13 de agosto de 2005 la siguiente noticia:
“El albergue de A Laxe recibía el pasado mes de abril un premio de
arquitectura por la modernidad y la complejidad de sus instalaciones, mención
que le fue concedida a las mejores obras gallegas del último bienio. El
edificio es el resultado de la rehabilitación de dos antiguos inmuebles que
cedió el concejo, ahora transformados en un moderno albergue donde la piedra y
la madera son las principales protagonistas. Es un edificio espectacular y así
lo reconocen todos los arquitectos que llegan aquí de peregrinos, explica
Victoria Novoa. Además de posada para peregrinos funciona como centro social y
local de ocio para mayores de la zona y durante los meses de invierno el
concello habilita algunas habitaciones para impartir clase a niños. También los
minusválidos de la asociación Amideza reciben clase de cocina entre estas
paredes”.
Mi
reconocimiento al arquitecto que diseñara el edificio, cuya identidad desconozco,
aunque tal reconocimiento habría sido mayor si hubiera guardado un poco de imaginación
– aunque yo creo que sólo hacía falta un poco de sentido común - para diseñar,
en los servicios, la distribución de las duchas, la colocación de las mamparas
y la pendiente del suelo. Así habría evitado que toda la zona de servicios
quedase inundada tras ducharse los peregrinos, a pesar de la escasa ocupación
del día en que nos alojamos.
Fernando
llegó agotado dos horas más tarde. Tras ducharse cenamos un frugal menú del
peregrino en un modesto restaurante al borde de la carretera y nos acostamos
antes de las diez. La hospitalera no daba más margen. Ni Michel hubiera podido
con ella.
Albergue de Peregrinos de A Laxe, cerca de Lalín
10.- Séptima etapa.- Sábado 13 de junio: De A Laxe a Santiago (48,9 km.)
Bastante
recuperados del cansancio acumulado, hubiéramos podido disfrutar junto a
Fernando de una excelente jornada, si no hubiera sido por la urgencia de asegurarnos
el modo de regreso a Segovia. Debido a la incertidumbre sobre la fecha de
llegada a Santiago – por eso de las averías, el tiempo, etc. -, no habíamos
gestionado la compra de los billetes de vuelta, si bien nuestro plan era viajar
el domingo 14 a Segovia en un Talgo con salida a las 14 horas y llegada a las
20,30, enviando las bicicletas por una empresa de transporte urgente. Al pasar
por la estación de ferrocarril de Orense el día anterior nos encontramos con
que no había plaza alguna disponible en el tren a Segovia. A través de una
compañera, Fernando indagó otras formas de retorno con el resultado de que las
plazas disponibles en autobuses a Madrid o Valladolid eran ya escasas y a horas
poco convenientes. Urgidos por la necesidad de asegurar el retorno, a las ocho
de la mañana, sin desayunar, por no estar abierto el bar de carretera donde
cenamos la noche anterior, Josemi y yo despedimos a Fernando e iniciamos la
marcha a buen ritmo, por la N-525, con destino a Santiago. Desayunamos en
Silleda (km.9,1) y en torno a las doce llegamos a la estación de autobuses,
donde adquirimos, tras algunas deliberaciones, los billetes de retorno, con
trasporte de bicicletas incluido, a Valladolid para las ocho de la mañana del
día siguiente.
Liberados
ya de esta preocupación, nos dirigimos al centro de Santiago, donde el ambiente
era espectacular, por la gran cantidad de peregrinos que pululaban por el
entorno de la catedral con un día de sol radiante y nos sentamos en una
terraza de la plaza Fonseca a esperar, tomando unas cervezas, la llegada de
Fernando, que se produce en torno a la una. Reunidos los tres peregrinos, solucionamos, no sin numerosas gestiones telefónicas, la cuestión del hospedaje en una pensión
bastante modesta, y tras ducharnos, nos dirigimos a recoger la compostelana. Vista la cola de peregrinos que espera para tal fin, renuncio al objetivo – ya
tengo en casa más de una - y decido esperar a mis compañeros tomando alguna
cerveza más en la plaza Fonseca. Tuve tiempo para unas cuantas pues la espera
se prolongó nada menos que ochenta minutos. Inconvenientes de la fecha y hora
punta.
Josemi y Fernando celebran el fin del viaje frente a la catedral
Siguen
unos ligeros pinchos, la siesta reparadora – para Josemi y Fernando, yo me doy
un paseo - , compras, turismo por la ciudad y, en torno a las nueve de la
noche, homenaje en un céntrico y excelente restaurante que yo por la tarde me
había ocupado de seleccionar. La cena fue, desde luego, excelente, pero a punto
estuvimos de salir completamente afeitados y desplumados del establecimiento.
Pero bueno… el esfuerzo de los siete días pasados, bien se lo merecía.
Continuamos
el homenaje por los bares de copas de la noche santiaguina, en los que apenas
cabía un alfiler; nada que ver con lo que nos encontramos en el mes de mayo; en
el tercero, logramos sentarnos y yo, al cabo de un rato - son las dos y media
de la madrugada - , me levanto de la silla e intento moverme de pié. ¿Qué te
pasa Chema?, preguntan mis compañeros. Que si sigo sentado, me duermo.
Compadecidos, me dan permiso para largarme a la pensión. Caigo en la cama y duermo como un lirón – no me entero de la llegada de mis compañeros
– hasta las siete de la mañana del domingo 14 de junio. Mis compañeros no me
dicen a qué hora llegaron pero me aseguran que la ginebra tomada en la
madrugada era de excelente calidad, pues no tenían ni rastro de dolor de
cabeza.
En el intermedio de la cena homenaje
Nada
menos que doce horas nos faltaban para llegar a Segovia en un viaje
interminable en autobús por rutas enrevesadas y con infinidad de paradas.
Alguna que otra cabezadita, estirada de piernas en las paradas de mayor
duración y toma de algún que otro refrigerio en los bares de las estaciones,
contribuyeron a hacer menos penosa la jornada.
A
las siete de la tarde, con la rueda delantera pinchada - me di cuenta de ello
en la estación de Valladolid - pero todavía con aire suficiente, cruzo la calle Fernandez Ladreda, con dirección a mi casa, pensando que el esfuerzo había merecido la
pena.
Segovia, septiembre de 2009
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